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Reportaje:

Oxford también tiene un precio

Un reportero camuflado 'compra' el ingreso de su hijo, un estudiante vulgar

Gran Bretaña entera pareció ayer palidecer por un instante al derrumbarse uno de sus más asentados mitos: que ni todo el oro del mundo pueda comprar una plaza en Oxford. Ha bastado un periodista travestido de generoso banquero para descubrir que una buena donación es la mejor vaselina para suavizar las dudas académicas y conseguir que un estudiante vulgar penetre en el Olimpo de la sabiduría británica.

Un periodista de The Sunday Times se ha aprovechado del arte del disfraz para desacreditar a una institución británica legendaria que presume de admitir sólo a los candidatos mejor preparados. El periodista Jonathan Calvert se transformó en un rico y generoso banquero dispuesto a donar 300.000 libras (485.000 euros) al primer college que aceptara a su hijo imaginario, un esforzado estudiante de leyes sin la brillantez ni el expediente académico necesarios para ser aceptado en Oxford.

El capellán de la universidad reconoce que ha habido más casos de favores a cambio de 'donaciones'

El banquero periodista falló en sus tres primeros intentos: los colegios universitarios de Queens, Saint Peter y Manfield rechazaron sus generosas sugerencias. Pero tuvo más suerte en el Pembroke College, quizá el más modesto de los 39 que conforman la Universidad de Oxford, aunque uno de los más antiguos. Fue fundado en 1624, en tiempos de Jaime I.

Atildadamente vestido con un traje de Hugo Boss, el supuesto banquero, que afirmó trabajar en la sede estadounidense de un banco británico, fue recibido en Pembroke por la responsable de recaudar fondos, Mary-Jane Hilton, a la que le explicó su generosa disposición hacia la universidad si esta admitía a su hijo. 'Hilton pareció encantada con la oferta', escribía ayer en The Sunday Times. 'Si me lo permite, tengo que decir que 300.000 libras es una suma enorme para Pembroke', reconoció. Y le pidió gran discreción al banquero. 'No podemos siquiera mencionarlo ante el Consejo de Gobierno', le dijo antes de llamar a la persona que suele ocuparse de este tipo de casos: el capellán de la universidad, el reverendo John Platt.

El reverendo le explicó al generoso donante la mecánica de estas situaciones especiales. Como siempre, los tutores eligen de entre los candidatos a los mejor cualificados y completan así todas las plazas de que dispone ese año la universidad. Pero, una vez completado ese trámite, siempre puede crearse alguna plaza adicional para ese tipo de candidatos. Hay dificultades para que los tutores les admitan, pero 'no son insuperables', relató el reverendo. La clave está en que su expediente sea examinado por un tutor sensible a estos casos particulares. 'Sabemos qué tutores son los adecuados', le tranquilizó. 'Algunos sólo ven los aspectos académicos y no pueden ver nada más allá. Es correcto, ése es su trabajo. Pero hay otros tutores que, manteniendo su alto nivel de exigencia, saben encontrar otros caminos. Mantienen su mayor nivel, pero comprenden que hay un cuadro más general y están dispuestos a ayudarnos', confesó el reverendo.

Tanto el reverendo Platt como la recaudadora Hilton hicieron insistentes advertencias al banquero sobre le necesidad de mantener un secreto absoluto. 'Nadie de fuera tiene que oír hablar de esto. Es absolutamente confidencial. Para los demás debe tratarse simplemente de una tardía petición de ingreso'. Hilton le explicó incluso que no era necesario que su nombre figurara directamente en la donación. 'Podría pagarlo a su nombre, pero sería mucho más fácil si su nombre no se mencionara'.

En una posterior conversación telefónica para clarificar algunos puntos, y grabada al igual que las anteriores, el banquero le pregunta directamente al reverendo Platt si se ha dado antes algún caso así. 'Bueno, me pone usted en un aprieto. Pero, si va a mantener una total y absoluta confidencialidad, la respuesta es: en el pasado ha ocurrido. ¿Vale?'.

Las autoridades de la Universidad de Oxford han abierto una investigación. Pero ya nadie estará a partir de ahora seguro de que ningún alumno ha comprado su matrícula. Porque incluso Oxford tiene un precio.

Patio de Christ Church, en la Universidad de Oxford.
Patio de Christ Church, en la Universidad de Oxford.REUTERS

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