Pura magia en Highbury
El Deportivo se clasifica para cuartos de final tras un partido memorable ante el Arsenal
Sobre el impecable césped de Highbury, en un escenario que respira fútbol por todos los costados, el Deportivo ofreció una de las noches más hermosas que se recuerdan en el fútbol español.
Venció a un gran equipo, pero eso cuenta menos que su abrumadora capacidad para procesar fútbol de primer nivel, el juego de los equipos que buscan la gloria por encima de cualquier otro desafío.
Nada pudo interponerse entre el maravilloso juego que desplegó y la contundencia de su victoria, una más en la carrera del equipo gallego a la cima de Europa.
ARSENAL 0| DEPORTIVO 2
Arsenal: Seaman; Luzhny, Stepanovs, Campbell, Lauren; Wiltord (Kanu, m. 65) Grimandi (Ljunberg, m.65), Vieira, Pires; Bergkamp; y Henry. Deportivo: Molina; Scaloni, Naybet, César, Romero; Mauro Silva, Sergio; Víctor, Valerón (Duscher, m. 39), Fran (Capdevila, m. 71); y Diego Tristán (Makaay, m. 84). Goles: 0-1. M. 30. Mauro Silva quita el balón a Wiltord y pasa a Fran, que adelanta a Romero. Su centro atrás lo remata por bajo Valerón. 0-2. M. 40. Gran jugada del Deportivo con múltiples toques de lado a lado del área del Arsenal, que termina Naybet. Árbitro: Urs Meier (Suiza). Amonestó a Víctor, Sergio, Scaloni, Vieira, Molina y Naybet. Anuló un gol de Kanu, que empujó a Molina y además lo metió con la mano. Lleno en Highbury (34.650 espectadores). Molina paró a Henry un penalti que había hecho previamente a Ljunberg.
El asunto más asombroso del Depor es su capacidad para quemar etapas. En apenas diez años ha atravesado vertiginosamente la distancia que separa la Segunda de los equipos que sirven como referencia en el fútbol mundial. Highbury, escenario mítico del fútbol inglés, asistió ayer a la perfecta actuación del Deportivo. Se recuperó con serenidad de los problemas iniciales y terminó la primera parte a todo trapo, con todos sus jugadores en su mejor versión. ¿Quién puede rivalizar con Mauro Silva en la posición de medio defensivo? Ni tan siquiera el prestigioso Vieira, que pasó desapercibido ante el partidazo del brasileño. ¿ Y qué jugadores tienen la sutileza y la clase de Valerón, Fran y Tristán? Cuando juegan liberados, confiados en lo que son -futbolistas espléndidos-, se produce una armonía que parece relacionarse con la magia. Ellos establecen la clase de comunicación que hace del fútbol un misterio y una belleza.
GRUPO A | |
1.Manchester | 8 |
2. Bayern Múnich | 8 |
3. Boavista | 4 |
4. Nantes | 1 |
El Arsenal se encontró de repente ante la peor de las pesadillas. Es lo que ocurre cuando un equipo capitula porque no encuentra la forma de detener una marea. Por supuesto el Depor tuvo entereza, cualidad imprescindible para salir ganador de escenarios así. Pero lo que le distinguió en Highbury, lo que convirtió su partido en un monumento, fue su capacidad para transportar el fútbol hasta la exquisitez. No es lo mismo ganar un partido en un ejercicio estrictamente profesional que ofrecer una actuación donde entra el factor de la hermosura de una manera donde los delicados hilos del juego tienen la firmeza del acero. Nada es más admirable que la decisión de imponerse a un gran equipo con imaginación, ingenio y atrevimiento. Así las victorias alcanzan un valor diferente: llega el reconocimiento que se dedica a los grandes. El Depor, precisamente.
Antes de que el Depor le diera un baile descarado, el Arsenal tiró por la directa con su lujosa delantera: Henry, Bergkamp, Pires y Wiltord. Había vitalidad y bastante instinto para aprovechar algunas indecisiones en la defensa. En esos momentos críticos, la figura de Molina volvió a adquirir la talla heroica de sus partidos en Europa. Le detuvo un penalti a Del Piero en Turín y le detuvo otro a Henry ayer cuando el Depor manejaba su renta, pero no fue menor su ágil estirada a un remate cruzado y muy venenoso de Henry en los primeros instantes. La intervención desactivó el estirón inicial inglés, que poco después encontró otra ocasión con Bergkamp, delicioso en el control y en el tiro que se escapó a dos dedos de la escuadra.
Todo giró a favor del Depor cuando Mauro Silva comenzó uno de sus grandes alardes defensivos. En un duelo donde se le medía con Vieira, o al revés, Mauro brindó un partido prodigioso. Hubo una jugada determinante: Mauro atacó a Wiltord en el medio campo gallego, lo apretó y le rebañó la pelota, que quedó perfecta para el contragolpe. Y qué contragolpe: velocidad, destreza y precisión a través de Fran, Romero y Valerón, que ejecutó el remate con la frialdad de los mejores. El tanto provocó un desparrame de fútbol, donde se sucedían las paredes, los toques, el amago, la astucia y el descaro. Llegaron las ocasiones, casi todas nítidas, algunas desactivadas por Seaman en medio del estupor de la hinchada, de la que sólo se escuchaba el murmullo opaco de la frustración.
El segundo gol coronó el partidazo. Fue un elaborado y brillante ataque del Depor, con todos los jugadores en su máxima expresión, tirando paredes como locos, en plan desafiante ante los confundidos centrales del Arsenal. Allí intervinieron Valerón, Sergio, Fran y Diego Tristán, antes de que Naybet dejara la pelota en la red. Dice mucho de esa jugada, y de la actitud del Depor, que fuera uno de sus centrales el autor del gol. No en un córner, no en una falta, sino en un pedazo de jugada que tumbó al Arsenal.
Esos instantes sirvieron para confirmar la tremenda categoría de Valerón. Habilidoso si era necesario, sencillo y claro siempre, sereno en un partido de gran calado, Valerón es un tesoro de nuestro fútbol. Sólo le hace falta tomar conciencia de su importancia para el Depor y para la selección. Ahora mismo es capitán general, no el muchacho tímido que pedía permiso para instalarse en el fútbol. Pero no sólo fue el partido de Mauro y Valerón. Todos triunfaron en una gran noche que vio a un excepcional Deportivo y un bravo Arsenal, confuso pero tenaz hasta el final. Pero cuando las dificultades fueron máximas, regresó el mejor Molina con el penalti que detuvo a Henry y que desbarató las esperanzas del Arsenal. No era la noche para los ingleses. Era la noche de un equipo maravilloso.
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