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Reportaje:

Cuatro décadas de tradición gastronómica

El restaurante Bruselas mantiene todavía el espíritu de buena mesa que su dueño impuso hace 40 años

Llegó a Madrid en 1957 con una gabardina como abrigo y unos zapatos de dos números más que los suyos, por si le crecía el pie, según le explicó a su madre cuando se los compró. Cinco años después, Luis García Álvarez ya había montado su propia cafetería. Tenía 26 años, mil duros que le había dejado su tío y 'más trampas', dice, 'que una caja de elefantes'. Esa cafetería se ha convertido en el restaurante Bruselas, en el número 53 de la avenida de Bruselas, y en él han comido ministros, cantantes, escritores y toreros. Hoy cumple 40 años, y Luis García sigue siendo el pilar que lo sujeta.

El propietario del Bruselas cuenta que se fue de su Asturias natal porque tenía muchas ganas de salir de allí, empezar una vida nueva, propia, y tener un negocio. Su tío le contrató en Madrid para trabajar en una cafetería que más tarde se convirtió en cabaret.

Antes de abrir su cafetería, Luis aprendió todo lo que le serviría después para que su negocio floreciera 40 años después. Trabajo sin descanso y calidad de la oferta son sus máximas, y con ellas transformó una oficina diminuta en un restaurante de 900 metros cuadrados con terraza y servicio de catering.

Su hija María del Mar, de 31 años, recuerda que su padre volvía de trabajar cuando ella estaba durmiendo. A la mañana siguiente, su hija aún dormía cuando regresaba al restaurante a empezar de nuevo. 'Los hosteleros somos unos verdaderos sacrificados', dice. ' Llevo trabajando 80 años, porque cada 24 horas es como si trabajara dos días', añade. No hay nada que le moleste tanto como que algún cliente le diga que algún día no lo ha visto en el restaurante. '¡Pero si sólo me falta traerme la cama!', exclama.

Pasión por el trabajo

El dueño del restaurante Bruselas ha vivido para trabajar. Sus hijos lo han visto, pero aun así no han podido evitar seguir sus pasos. Su hija se encarga del catering y las relaciones públicas, y ha heredado la seriedad de su padre a la hora de tratar con los clientes y proveedores. Su hijo tiene su propio restaurante en Majadahonda, el Lamballe, de cocina vasca.

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El sacrificio de Luis ha sido también el de su propia familia, asegura María del Mar. 'Hace cuatro años que mi padre empezó a comer en casa'. Fue entonces cuando delegó algunas de sus funciones en otras personas. Cuando se creó la cafetería había 12 trabajadores. La nómina del personal, que Luis guarda entre sus recuerdos en su despacho, ascendía entonces a 22.000 pesetas al mes.

Ahora, Joaquín López, Roberto de la Felicidad, Román Peña, Secundino Pinto, Agustín Velasco, Zacarías, Abdelatif, Robert, y otros más, hasta 27, son los trabajadores de Bruselas, y la segunda familia de Luis.

María del Mar se ha aprendido bien una frase de su padre: 'Siempre hay que discutir de calidad, no de precio'. El lema de Luis García es 'calidad, calidad y calidad'. Por eso, sus dos grandes proveedores siguen con el restaurante a lo largo de todos estos años, desde que Luis andaba endeudado hasta las cejas hasta hoy, cuando le visitan los famosos.

Cuando pasan por la puerta del restaurante y después de que un trabajador les haya aparcado el coche, los clientes saludan personalmente a Luis. 'Desde que entran, los clientes se relajan, se sienten a gusto. Porque les aparcan el coche, por el saludo de mi padre, por los callos que prepara Joaquín...'. Unos callos que, según María del Mar, hacen que la gente vaya al restaurante Bruselas exclusivamente para comprarlos y llevárselos a casa.

El dueño del Bruselas intenta acordarse de los nombres de los clientes que le visitan, pero no lo consigue siempre. 'Envidio a dos clases de personas: los que se acuerdan de los nombres de la gente y los que pueden jugar una partida de mus después de una cacería de perdices, porque he aprendido a cazar perdices, pero no a jugar', explica. También tiene dos vicios: comer, y, cómo no, su restaurante.

El precio no es problema

Comer en el Bruselas puede ser un vicio caro. La media de una comida es de 36 euros, pero también hay menú del día a 11 euros, y los domingos, a 18. El precio no es problema para sus clientes. Lo repite Luis: se puede discutir de calidad, no de dinero. El 21 de julio de 1992, el cantante Julio Iglesias se dejó caer por el restaurante y no discutió de nada: se dejó 141.000 pesetas, y se llevó abrazos y besos de todas las clientas que estaban allí.

Los trabajadores del Bruselas han visto sentarse en sus mesas a ministros como Rodrigo Rato o Francisco Álvarez-Cascos, a escritores como Fernando Savater, a empresarios como el dueño de El Corte Inglés, Isidoro Álvarez. De todos ellos guarda recuerdos en su despacho. Fotos, recibos, autógrafos.... Luis guarda un recuerdo especial del que fuera alcalde de Madrid, el fallecido Agustín Rodríguez Sahagún. Era cliente habitual del Bruselas. Luis cuenta que un día, cerca de las cinco de la tarde, Rodríguez Sahagún iba por los postres cuando los trabajadores del restaurante empezaron a comer. Habían preparado una paella. El que fuera vicepresidente del Gobierno de Suarez terminó su postre, cogió un plato, se echó paella, y comenzó a comer de nuevo.

Pisto y carne roja de vacas gallegas

Mejor no leer estas líneas justo antes de comer, cuando está picando el gusanillo y aún no llega la hora. La carta de la cafetería restaurante Bruselas contiene 60 platos que van desde lo más tradicional hasta las delicias a gusto del buen sibarita. De entrada, un jamón de bellota por 16,53 euros, o bien una ensaladilla rusa, que sale más barata, a 4,66 euros. Si prefiere una entrada caliente en lugar de fría, gambas a lo casi todo, entre 6,76 y 10,52 euros: al ajillo, gabardina o a la andaluza. O unos callos a la madrileña, que dicen en el Bruselas que son los mejores en muchos kilómetros a la redonda. Para los que son de gustos de toda la vida, los de la comida de casa y de mamá, pisto manchego a 5,71 euros, unas habitas con jamón a 7,81 y bacalao a la vizcaína por 10,82. Si la economía flojea, mejor unos huevos con patatas fritas a 3,91, y una ensalada de tomate , lechuga y zanahoria por 0,15 euros menos. Los privilegiados que quieran o puedan tirar la casa por la ventana tienen el kilo de carne roja de vacas gallegas a 37,86 euros; el cuarto de langostinos cocidos, a 19,23, y un rape al gusto, un lenguado meunière o unas delicias de merluza a la romana, por 17,72 euros. Cada plato, claro. Y que nadie se olvide del vino.

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