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CIRCUITO CIENTÍFICO
Columna
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Hoy hay huevos para cenar

L lueve con furia en la selva tropical. En el hueco de un árbol, a unos 15 metros de altura, se forma una piscina permanente. En ella vive, sin bajar ni subir nunca demasiado, una rana macho de la especie Phrynohyas resinifictrix. Mide unos ocho centímetros. A medida que la lluvia amaina, arrecia el sonido del bosque. Miles de mensajes en diversas frecuencias, ritmos y timbres se cruzan en todas direcciones: mensajes de alarma, señas, mensajes de angustia, contraseñas, mensajes de engaño, orientaciones... O mensajes de amor, como los del soltero de la piscina. Su canción se abre paso a través de la maraña sinfónica y llega nítida hasta una hembra que, acaso a varios kilómetros, vaga con una mochila de huevos gelatinosos a la espalda. La llamada conduce a la hembra hasta la piscina nupcial. Nada sabemos de sus mutuas emociones en el preciso momento del encuentro, pero lo cierto es que el flechazo es instantáneo. Y nunca mejor dicho porque la novia descarga los huevos en la piscina y se marcha sin esperar siquiera a la fecundación del tesoro. No llegan a tocarse, pero el macho queda a cargo del futuro.

Su quieta soledad termina a las dos semanas cuando eclosionan los huevos. Los renacuajos irrumpen en la vida explorando en zigzag todos los rincones de la piscina. Bullicio y sorpresa: no hay nada en casa para comer. ¿Pero qué hace el padre? No parece estar por la labor. En lugar de salir en busca de sustento, resulta que se pone a cantar. ¡Vaya momento para cánticos! ¿Qué canta? El mensaje es idéntico al que usara hace unos días para seducir a la madre de su ahora angustiada prole. ¿Será posible que la selección natural haya favorecido tamaña irresponsabilidad doméstica?

Y la escena se repite. Al poco rato llega una segunda hembra que, como está escrito, lanza sus huevos al agua y se marcha dando por terminada la reunión. La situación familiar roza el desastre: el padre despistado con un nuevo amor, la prole agitada por el hambre, la madre ausente, los huevos de la última amante sin fecundar... Pero, de repente, todo encaja a la perfección porque esta vez los huevos no son para fecundar. Son para cenar.

La historia es a la vez rara, rarísima y quizá única. Rara: en general, en el reino animal, la maternidad es una certeza, la paternidad una hipótesis. Sólo las hembras están seguras de que sus hijos son hijos suyos. Aquí ocurre al revés, el que asegura el tiro es el macho. La inversión de roles entre el macho y la hembra ocurre, a veces, cuando la fecundación es externa, como en los caballitos de mar. Rarísima: hay excepciones, sobre todo en aves, pero se diría que cuanto mayor es el riesgo de expolio, menor ha de ser la inversión en la propia descendencia. Se entiende que hay expolio sexual cuando la energía de un individuo se desvía para invertirla en la descendencia de otro del mismo sexo y especie que no porta sus genes. Y aquí, al contrario que en el caso de los caballitos de mar, sí hay expolio. Y única: en general, las hembras tienden a entregarse al cuidado de la prole por su mayor certeza de que el esfuerzo es en favor de la perpetuación de sus propios genes (y no de los de otra hembra). Por ello, las víctimas del expolio sexual son en todo caso los machos que compensan la sospecha de infidelidad conyugal con la promiscuidad o con el férreo control del cónyuge. Pero aquí, los huevos de la segunda hembra son expoliados en beneficio de la descendencia de la primera. No se conoce, que yo sepa, otro caso en el que la víctima del expolio sexual sea una hembra... aunque sea una hembra con rol de macho.Planetario

Granada. Nuevo programa Las estaciones del año, un viaje panorámico desde la muralla china al círculo polar ártico. Planetario. Parque de las Ciencias.

Espacio

Barcelona, desde el 18 de diciembre. Exhibición sobre el satélite medioambiental Envisat. Acuario. Puerto Viejo.

Biología

Madrid, 19 y 20 de diciembre. Jornadas científicas. Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Universidad Autónoma.

913 978 460.

Talleres navideños

A Coruña, desde el 22 de diciembre. Museos Científicos Coruñeses (Casa de las Ciencias, Domus, Aquarium Finisterrae). Madrid, desde el 26 de diciembre. Juegos para niños. 10.30 a 14.00. Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. Paseo de las Delicias, 61.

Jorge Wagensberg es director del Museo de la Ciencia Fundación La Caixa.

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