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Entrevista:LLUÍS LLONGUERAS | TROTAMUNDOS | RUTAS URBANAS

Sobre el volcán de Guadalupe

Me dicen que es usted un viajero un tanto temerario.

Y le dicen bien. Soy un tanto inconsciente, nunca tengo miedo ni me echo atrás ante el riesgo.

Cuénteme alguna aventura.

Estuve en la isla de Guadalupe hace unos años, en las Antillas Francesas. Allí hay un volcán y me empeñé en verlo de cerca. Tomé un taxi y le dije al conductor dónde quería ir. Según ascendíamos vi un bosque petrificado por la lava, impresionante. Pero quería más.

¿Vivir la experiencia de ser expulsado por la lava, quizá?

No, subir hasta el cráter. Iba en pantalón corto y deportivas, y según ascendía, ya a pie, me iba quedando helado. Al llegar arriba no había un cráter, sino una superficie llena de agujeros de los que salía humo y un fuerte olor a azufre. Luego me dijo mi taxista que allí iba la gente a suicidarse.

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Veo que no tuvo tentaciones de tirarse. ¿Cómo es Guadalupe?

Es una isla de playas de arena muy fina adonde llegan cada día las barcas con el pescado, que se vende ahí mismo. Es un paisaje de mil colores, con preciosos mercadillos, palmeras y chiringuitos donde la gente come sopas picantes.

¿Usted también, o prefiere el bufé de hotel de lujo?

Soy viajero, no turista, así que como lo que se come en cada sitio, sin escrúpulos. Yo hacía autoestop cuando aquí nadie lo hacía, hace 54 años. Recuerdo cuando pasaban los coches a 80 por hora y me parecía que iban como locos.

¿Ya se inspiraba en los pelos de cada país para sus peinados?

Claro. En Guadalupe no me inspiré mucho, porque son pelos superrizados, peinados con moñetes. Allí no haría negocio.

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