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Tribuna:EN TORNO A LA ERA GLOBAL
Tribuna
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La reivindicación alternativa

No es un fenómeno nuevo, ya que lo desencadenó el Romanticismo, pero los actuales medios de comunicación, especialmente los audiovisuales, han contribuido a difundirlo, extenderlo y potenciarlo. Me refiero a esa tendencia, hoy generalizada, a tomar un aspecto del pasado, un concreto componente histórico, y reivindicarlo frente a los restantes rasgos colectivos y, sobre todo, frente a la situación presente. El ejemplo más representativo sería, en apariencia, el de los nacionalismos pendientes, al margen de que sean o no factibles, convenientes o razonables. Sólo que, lo sean o no, los actuales movimientos nacionalistas operan sobre una realidad a la que transforman o quisieran transformar en mayor o menor medida. La realidad establecida no gusta, y lo que los movimientos nacionalistas pretenden al invocar un modelo anterior es transformarla, convertirla en otra, como si de una operación de cirugía estética se tratase. La persona que se somete a una operación de estas características suele hacerlo por no estar contenta consigo misma y ante la imposibilidad de encarnar el ideal imaginado se conforma con ser diferente, ser otra persona. Por el contrario, en los casos de reivindicación alternativa a los que me refiero, no hay nada que transformar, puesto que no es posible modificar el pasado, hacer que las cosas sucedan de forma distinta a como sucedieron. El problema no se refiere a realidad alguna que haya que recomponer o enderezar, sino a la hipótesis y la conjetura, cuestiones no tanto de acción cuanto de especulación.

Se trata, en esencia, de reivindicar una alternativa frustrada pese a que ya nada puede hacerse por enmendar o remediar esa frustración, toda vez que no se refiere a la realidad presente, sino a hechos lejanos, perdidos en el tiempo. El efecto conseguido no será, en consecuencia, el de la resurrección de algo, sino el de la escenificación de la realidad evocada, en la que se reinterpreta a quienes fueron sus protagonistas: celtas, incas, vikingos, aztecas, galos, ostrogodos... El impulso que lleva a idear o a participar en esta clase de escenificaciones no se sustenta, por otra parte, en las complacencias de la nostalgia, sino en el acicate de la realización personal, de la reafirmación de la propia singularidad. Se establece así una verdadera dicotomía conforme a la cual una parte del sujeto -su ascendencia gala o azteca- se enfrenta al todo, a lo que el sujeto es en el presente. Combate de tinieblas que viene a sustituir a los atávicos y no menos irracionales sentimientos de animadversión y hostilidad hacia el vecino, hacia los habitantes del pueblo más próximo, odios seculares hoy suavizados por el mero desarrollo de las comunicaciones.

Pocas cosas, seguramente, hubieran podido sorprender más a Montaigne de la Francia actual que el éxito popular de ese adelantado de la reivindicación alternativa que es Astérix. Para un hombre que admiraba a Roma por encima de todo y para quien los escritores latinos seguían siendo su principal referencia pese al milenio transcurrido, semejante exaltación de los valores de la Galia anterior a la romanización hubiera supuesto el mayor desatino. Frente a Roma y, lo que no es menos grave, frente a los griegos. Pues el caso es que, debido tal vez precisamente a que desde el punto de vista de la cultura nada ha aportado tanto al género humano como el Mundo Clásico, griegos y romanos se han convertido en objetivo preferente de la reivindicación alternativa. Y eso a todos los niveles. Desde el biólogo que señala eufórico la presencia de genes africanos en los griegos -como si los genes africanos no fueran comunes a todos y como si el esplendor cultural griego se fuese a ver empañado por ello-, hasta la película de romanos que, con la habitual sensibilidad waltdisneyana, se complace en destacar las crueles costumbres imperantes en Roma, como si esa crueldad no fuese, ni más ni menos -y más bien menos que más- la propia de la época. Francia y Alemania, pero sobre todo Inglaterra y España, son los países que modernamente han dado más pie al ejercicio de la reivindicación alternativa. 'La Malinche es una fantasía erótica de todos nosotros', recuerdo que me dijo en una ocasión Juan Rulfo.

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Una frase que ofrece más elementos de análisis de lo que parece a primera vista. Ya que si bien la reivindicación alternativa es asunto colectivo, que afecta a comunidades enteras, es asimismo, sobre todo, una solución personal para cada uno de los individuos pertenecientes a esas comunidades. Algo similar, en este sentido, a una religión cualquiera en la que, bajo la condición de creyentes o feligreses, subyace la relación personal de cada uno con la divinidad. También a imagen y semejanza de las religiones, la reivindicación alternativa es fruto de la interiorización de unas creencias relativas a un pasado tan susceptible de conjeturas como el propio origen del universo. Eso sí: el individuo que se entrega a este género de evocaciones suele hacerlo identificándose con el poder -reyes, sacerdotes, dignatarios, princesas-, con las clases dominantes; nunca con los dominados, los oprimidos, los siervos, las víctimas.

Finalmente, a modo de manifestación complementaria de esa energía interior liberada por la reivindicación alternativa, la necesidad de exteriorizarla, de hacerla salir fuera, como si dentro de uno acabase quemando. Es decir: la intuición o impresión dominante de que ese fuego interior sólo se verá aplacado, y satisfecha la necesidad de dar salida a su personal reivindicación alternativa, en la medida en que uno sea capaz de revelarla, de darla a conocer a otros, de que sea reconocida por otros; una especie de peaje que, de una forma u otra, de grado o más o menos a la fuerza, se impone a cuantos no se encuentran en la misma situación que uno, lo que les convierte, si no en culpables, en ocasionales rehenes. Y así como lo que no existe precede a lo que existe o lo desconocido es siempre más vasto que lo conocido, lo que hubiera podido ser de haber sido todo diferente termina a veces por cobrar más fuerza que lo que realmente es.

Luis Goytisolo es escritor.

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