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Reportaje:JUAN COLL BARREU | ARQUITECTURAS

Recuerdos de L. A. en los años 30

Afortunadamente, a Juan Coll Barreu no le está ocurriendo lo que a sus admirados arquitectos de la costa oeste estadounidense de los años 30. El reconocimiento a las creaciones de este oscense afincado en Bilbao le está llegando en vida. De hecho, en la juventud de su carrera, con varios proyectos reconocidos, entre los que destaca el Centro de Proceso de Datos y Comunicaciones de la Ertzaintza, en Leioa (Vizcaya), que ha ganado la última edición de los premios del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro y ha quedado finalista en los galardones FAD de Arquitectura para España y Portugal.

Esta es una de las obras incluidas en la exposición que ha preparado el espacio Global de Bilbao (Colón de Larreátegui, 3) con el fin de dar a conocer la obra de quien es también profesor y doctor en Arquitectura. Precisamente, su tesis reivindicaba las aportaciones de un grupo de arquitectos que trabajaron en la costa oeste de Estados Unidos en los momentos en que la nueva arquitectura se difundía sobre todo en la costa este.

Si en el jazz, años más tarde, convivieron el be-bop oriental con el cool occidental, en arquitectura no hubo espacio para que las dos tendencias que trataban de resumir el espíritu artístico de vanguardia y los nuevos materiales tuvieran la misma difusión. Así, las creaciones de Schindler, Ain y otros no hallaron cabida en la exposición que se organizó en 1932 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York sobre la nueva arquitectura. Fue un rechazo que mantuvo también la historiografía que estudió el movimiento moderno y que lo adscribió únicamente a criterios racionalistas. Esta situación se ha mantenido hasta tiempos bien recientes, en los que corrientes como el deconstructivismo o el minimalismo se han acordado de los trabajos de aquellos creadores californianos.

A grandes rasgos, este es el contexto sobre el que ha estudiado Juan Coll Barreu, que también ha supuesto una ayuda en la reivindicación en Europa de unos arquitectos prácticamente desconocidos. Las características que definen las viviendas que construyeron en el área de Los Ángeles atienden al paisaje, respetan la arquitectura anterior, evocan otras artes plásticas o ironizan sobre la arquitectura racionalista.

Y algo ha quedado como poso a partir del que surgen los proyectos del fundador del estudio bilbaíno ACXT. Así se puede apreciar en el citado Centro de Proceso de Datos y Comunicaciones, un edificio plenamente integrado en el suave paisaje a la orilla de la ría del Nervión. Como dice el texto correspondiente en la exposición, 'se intentaba, en definitiva, no ocupar el aire'. Por ello se optó por el uso de espacios de uso rasantes, casi hundidos, que además recuperaban 'la cultura del contacto con el terreno húmedo de la arquitectura autóctona diseminada en el paisaje', es decir, el caserío.

En deuda con la arquitectura norteamericana investigada está el empleo del vidrio en las fachadas, que conduce a la iluminación natural de todos los locales de uso. Este material también se utilizó en la torre de comunicaciones, imprescindible por la ubicación de antenas, pero cuyo volumen se difumina gracias a esa transparencia. Y no falta la piedra, empleada en la plaza que da acceso al edificio, con lo que no se olvida el recuerdo a los materiales tradicionales.

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En San Sebastián, en colaboración con Sergio García Legido, también trabajó en la creación de una central de operaciones, que está ubicada en la periferia verde y diseminada de la ciudad. Es un nuevo punto de servicio a la capital guipuzcoana, concentrado en un solo edificio con actividades diversas y en distintos horarios. Aquí también se ha buscado la introducción de un edificio de estas características en el paisaje, sin menoscabo de su protección del exterior.

Esta línea de trabajo también se aprecia en una de las obras todavía en obra, los siete edificios de oficinas en el Parque Tecnológico de Álava en Miñano, siete pequeñas construcciones autónomas destinadas a la instalación de empresas especializadas en tecnologías avanzadas. Son volúmenes relativamente pequeños, con el frente de vidrio y en cuyo interior y exterior se aprecia alguna inspiración en las soluciones de aquellos arquitectos californianos, como la distribución de los espacios y el jardín, respectivamente.

Pero no hay que entender que Coll Barreu ha optado por una línea determinada a partir del descubrimiento de una arquitectura olvidada. Como él mismo reconoce, 'es evidente que hay unas vivencias, una experiencia y unas referencias, pero a cada nuevo proyecto aplicamos nuevas soluciones. Es decir, no hay por qué aplicar por sistema una solución que nos ha ido bien en ocasiones anteriores'.

En este sentido, lo único que destaca como característica común a todos sus proyectos es la dedicación plena a cada encargo, lo que puede sonar tópico. 'Pero es que no sabemos nunca hacia dónde va a ir la arquitectura, por lo que las referencias sólo pueden venir del trabajo y el tiempo que se emplean en la satisfacción del proyecto', comenta.

Extraña que Juan Coll Barreu no aporte a la exposición de su obra alguna vivienda, ya que los arquitectos en que centró su tesis trabajaron sobre todo en este campo. 'Sí hemos proyectado alguna que otra vivienda, pero lo cierto es que, en España, la arquitectura que alcanza cierta notoriedad es la correspondiente a edificaciones públicas, que es el espacio en el que se admite el riesgo. Esto no ocurre en otros países, como Holanda, donde el promotor privado respalda la investigación en la vivienda, como consecuencia de que las instituciones públicas han apostado por nuevas soluciones para la vivienda de protección oficial', reflexiona.

De momento, Coll Barreu apuesta por las grandes obras, como es su proyecto para el nuevo terminal del Aeropuerto de Tenerife o el centro de control del tránsito aéreo por satélite en Madrid, un edificio abierto al paisaje de Torrejón que ya está en construcción. Dos trabajos que confirman el título de la exposición citada, Una arquitectura desde Bilbao.

Juan Coll, en el taller de la Escuela de  Arquitectura de la Universidad de Navarra.
Juan Coll, en el taller de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra.LUIS AZANZA

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