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Columna
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Reflexión

En la película El paciente inglés, en la parte del accidente en el desierto, el personaje interpretado por Kristin Scott Thomas le pregunta al que incorpora Ralph Fiennes: '¿Estamos seguros?'. 'Sí. Sí. Absolutamente', responde él. Y ella replica: 'El sí me tranquiliza. Es el absolutamente lo que me preocupa'.

Yo siento la misma prevención hacia ciertos adverbios y adjetivos. Justicia es una gran palabra y no hay que quitarle ni añadirle nada. Justicia Infinita, en cambio, delataba una ambición cuando menos inquietante, dado el ardor guerrero que nos ocupa (¿Dónde está el enemigo? ¿Dónde está el frente? Ay, Gila, cómo te echo en falta), pero la expresión que la ha sustituido, Operación Libertad Duradera, me intranquiliza por igual. Aparte el hecho de que, en inglés, parece una marca de condones ('Póngase Enduring Freedom en cuanto note un calentón y líbrese de epidemias'), la nueva denominación de marca plantea serias preguntas sobre los objetivos.

Libertad duradera, ¿para quién? ¿Para quienes disfrutan de ella y la sienten amenazada por el terrorismo? ¿Para quienes nunca la poseyeron y ahora ven a sus regímenes autoritarios reforzados por sus alianzas con los occidentales? ¿Para Israel o para Palestina? ¿Para la monarquía saudí o para sus adúlteras lapidables? ¿Para los afganos en general o sólo para los que puedan correr con mayor rapidez hacia el refugio?

¿Es libertad duradera aquello por lo que se luchará, o se va a disponer de libertad duradera para luchar cuanto se quiera, contra quien se quiera, utilizando cualquier sistema y contando además con unos medios de comunicación cada vez más sometidos a libertad vigilada?

Por otra parte, cavilo, la pretensión de sacar de su exilio en Roma al depuesto Mohamed Zahir Shah para que lidere la transición en Afganistán (siguiendo de forma más bien surrealista el modelo español exportable), aparte de sorprendente (nadie se acordaba del caballero, ni siquiera el ¡Hola!, que lleva el registro) y milagrosa (se ha convertido de repente en demócrata: en tiempos, su arquitecto solía emparedar a los obreros díscolos), debería ejecutarse pronto o, para decirlo mejor, prontamente. Que nos ha cumplido 86 tacos, el baranda.

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