El jardín de Moisés
Vivo en la ladera norte de la sierra de Guadarrama. Mi vecino Moisés acaba de jubilarse. Diez años hace que construyó aquí su casa con la sana intención de disponer de un lugar apacible donde poder disfrutar junto a su mujer de un merecido descanso al final de su vida laboral. Sembró su jardín y lo llenó de las plantas que a su mujer le gustaban, algunos árboles -entre los que destacaban un hermoso pino y un gran sauce llorón-, todo ello rodeado por un armonioso y perfectamente cuidado seto de arizónicas.
A algo tan lícito y hermoso dedicó gran parte de su esfuerzo físico y económico durante los últimos 10 años. El otro día se lo derrumbaron las máquinas en menos de una hora. Él se fue lejos para olvidarse y no permitir que sus ojos vieran el atropello. Yo lo vi todo desde mi ventana. Lloré, porque ante mí se había consumado una gran injusticia, una de tantas, pero ante mis ojos. 'Expropiación', lo llaman oficialmente; para mí, expoliación.
A escasos metros de mi casa se construye la autopista de peaje que permitirá recorrer los 30 kilómetros que separan Segovia de San Rafael en apenas 10 minutos, eso sí, pagando a Iberpistas (empresa concesionaria) el peaje correspondiente. Algunos lo llaman 'progreso'; yo lo llamo atentado contra la naturaleza y bienes comunes; en definitiva, abuso de poder.
Es desolador comprobar cómo las máquinas invaden los terrenos naturales protegidos por la ley, arrasando a su vez cientos de hectáreas de cañada real para convertirlas en una gran pista de asfalto y hormigón, impactando brutalmente contra todo el sistema medioambiental. De nada han servido las movilizaciones de los municipios afectados, asociaciones diversas y ONG defensoras de la naturaleza. Ellos, los otros, son más fuertes, y, además del poder económico, disponen de mayoría absoluta en las diferentes cámaras, son buenos administradores (de sus intereses particulares, claro). ¡Pobre águila real! ¡Pobre conejo! ¡Pobre jabalí! ¡Pobres ganaderos! ¡Nadie ha podido evitarlo! ¡Pobre Moisés!
