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Columna
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Perspectivas económicas

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

El Ministro de Economía reconoció por segunda vez que la economía española no va tan bien como había previsto y advirtió que el año que viene el crecimiento no llegará al 3%. Más de la mitad de la rueda de prensa la dedicó a explicar que este deterioro se debe a la desaceleración de la economía americana y del resto del mundo. Esto es correcto como también lo era que, cuando la economía española iba bien, el comercio mundial había alcanzado incrementos históricos y la economía americana vivía una de las fases expansivas más intensa y duradera de toda su historia.

En la medida en que sigamos sin adoptar reformas estructurales que nos permitieran crecer a ritmos significativamente superiores a la media, hace bien el Gobierno en decirnos que, para informarse sobre las perspectivas de crecimiento de la economía española lo mejor es fijarse en lo que pasa fuera. Además, ganaremos en paz interior porque, concentrando nuestra atención en la evolución de la coyuntura mundial, no tendremos que lamentar que la reforma laboral no ha avanzado nada, o que la de pensiones ha ido para atrás, o que el endeudamiento público aumenta cuanto más se proclama el déficit cero o que la liberalización de las telecomunicaciones se dedica a bailar dando un paso adelante y dos hacia atrás. Si aquí no se hace nada para aumentar el crecimiento es lógico que veamos como los demás pueden tirar de nosotros.

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Lo que suceda en Europa es lo más importante para España pero, sabiendo que el rumbo de la economía europea depende de la americana, el máximo interés está en lo que vaya a suceder al otro lado del Atlántico. Y aquí empieza el problema, porque no hay acuerdo entre los economistas sobre las perspectivas de la economía americana. La mayoría es optimista y piensa que el año que viene se producirá la recuperación. Entre sus argumentos destacan el buen comportamiento del consumo y la inversión en vivienda o la reducción de los inventarios. Pero, sobre todo, la esperanza de los optimistas se basa en una fe ciega en los efectos de la política monetaria. Sus efectos no han llegado pero se confía en que llegarán. La reducción de impuestos también ayudará y, finalmente, no hay signos de inflación que pongan en peligro la recuperación.

Los pesimistas son una minoría, pero sus argumentos son tan sólidos como los de los optimistas: la economía americana ha vivido por encima de sus medios, creando una burbuja que ha provocado un exceso en gastos de capital y consumo. Los precios de las acciones continúan siendo altos y el efecto de riqueza negativo está por llegar. La política monetaria ha mostrado ser inútil y, si se juega con fuego, el dólar podría derrumbarse y complicar aún más las posibilidades de recuperación en el corto plazo. El desequilibrio que muestra el déficit corriente y el endeudamiento de familias y empresas debe ser corregido antes de que pueda comenzar una recuperación intensa. Esto va para largo.

De momento, los pesimistas han acertado dos veces. Hace un año, cuando todo el mundo celebraba que la economía americana estaba creciendo al 5% después de más de ocho años de expansión ininterrumpida, los pesimistas advirtieron que ese crecimiento no era sostenible. Desde entonces, la economía americana ha crecido en torno al 1%. Y al inicio de este año, mientras la mayoría optimista pronosticaba que las rebajas de tipos de Greenspan provocarían un rebote rápido de la economía americana, un cambio en forma de V, los pesimistas decían que la recuperación tomaría la forma de una U. Ahora, cuando la recuperación no se ha producido todavía, los optimistas defienden la U mientras que los pesimistas hablan de una L, de un ajuste que llevará bastante tiempo.

A la hora de elegir entre economistas, apostar por la mayoría no garantiza nada pues, como hemos visto, la mayoría se ha equivocado ya dos veces a lo largo del último año. Pero tampoco es seguro que los pesimistas vayan a acertar esta vez por el sólo hecho que hayan acertado en el pasado. Como avisan los folletos de productos de inversión, los resultados pasados no garantizan los mismos resultados para el futuro. Es una situación de esas que irritaban tanto a Gorbachov: 'Mis asesores económicos dicen cosas contradictorias pero hay uno que tiene razón. El problema es que no se cuál es'.

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