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Valencia, triangulación necesaria

El corresponsal del Financial Times en España, Tom Burns, describía en un reciente artículo su conversación con un alto cargo de Wall Street, de viaje relámpago por España. El banquero le mostraba su satisfacción sobre sus reuniones mantenidas en Barcelona y Madrid sobre 'la cosa española', y le dijo que se había reservado un día, antes de volver a Nueva York, 'para visitar el Guggenheim y comer bien en Bilbao'. Entonces, Burns le habló de Valencia: 'Allí están prácticamente todas la posibilidades de lo que España todavía puede dar de sí, siempre y cuando haga las cosas medianamente bien'. Su interlocutor se quedó perplejo. Valencia no estaba en su registro, era una desconocida para él, a pesar de ser 'la sede más exitosa de la poderosa Ford, la salida natural de Madrid hacia el Mediterráneo y la tercera urbe en población e importancia económica en España'. 'A nadie se le escapa que el área de gran crecimiento europeo en los próximos años es su arco mediterráneo. Yo sitúo a Valencia en el centro de ese prometedor arco', concluye Burns.

Decir desde 'la base cívica valenciana, sin carné político', que Valencia acelera, que tiene un gran futuro, sonará a muchos a insólito y paradójico. Razones asisten para el escepticismo; por un lado, el pobre balance que Valencia registra en las inversiones y proyectos recibidos desde el Estado en los últimos 15 años, a pesar de lo que ha estado aportando, y por otro, la endeblez de nuestra sociedad civil y su imagen de falta de pluralidad, de forma que cualquier movimiento ciudadano que genere opinión es burdamente clasificado en términos partidistas (sea la reivindicación del AVE, la defensa de la lengua o de la Albufera, los Salvem, El Cabañal, El Botànic, El río Segura, la Serra d'Irta, Mirambell y Vistabella, El Montgó, La Granadella, el humedal Pego-Oliva, Penyagolosa o cualquier otra cosa estratégica que merezca defenderse y poner o mantener en valor).

Azaña ya excluía a Valencia de los repartos de Estado, arguyendo que aquí 'abrías el grifo y salía oro de los naranjos', olvidando que el terreno se prepara, los árboles se plantan, el fruto se cuida con eficiencia y, ya entonces, había que ponerse la blusa negra y, por cuenta propia, irse a la Europa del norte a vender.

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En estos 15 años, la zona que va de Sagunto (despellejada de su acería, por ser zona socialmente más cohesionada y menos conflictiva que el País Vasco) a Cullera (final de una cuenca, inicio de la gran playa madrileña, que ha conseguido respetar al Xùquer) no ha recibido ni una sola gran infraestructura que haya mejorado su movilidad, ni ser sede o centro de I+D de ninguna gran empresa. Se discute si Madrid perdió en el 92 y Barcelona ganó, pero Valencia ni se menciona (por entonces ya la Ciudad de las Ciencias había pasado de la cabeza de Calatrava a planos y maquetas). Según Maragall, por esa época, el Madrid de Leguina y Gallardón reaccionó y dio sopas con honda a Barcelona, mientras -añadimos nosotros- a Valencia se le iba IBM y Telefónica recalaba en Valladolid. Dicho sin ninguna acritud, en estos temas aquí no tenemos mucho que agradecer a la clase política estatal, ni al Estado, ni al gran capital, sea madrileño o catalán. Alcanzar ahora la renta europea en la CV vuelve a ser una proeza propia. Éstos son los hechos:

1. Mientras que Sevilla, Zaragoza, Valladolid y Málaga cuentan con obras ya en ejecución de líneas de alta velocidad, Valencia sigue fuera del mapa. Su conexión con Madrid dista mucho de estar en marcha (¡tanto debate para tan poca obra!) y la conexión del eje mediterráneo no está ni siquiera discutida.

2. Ninguna de las infraestructuras productivas de las grandes empresas de la nueva economía ni de las grandes instalaciones científicas se ha ubicado en nuestro territorio. Como consecuencia, somos una comunidad que exporta a sus mejores tecnólogos y creadores.

3. Las grandes posibilidades portuarias de Valencia son casi en exclusiva fruto de su propia dinámica.

4. El mantenimiento de un falso contencioso socio-político con Cataluña nos hace perder las grandes oportunidades que el cambio de milenio pide el arco mediterráneo.

5. Nuestras salidas aeroportuarias transoceánicas quedan limitadas por este embudo llamado Barajas, sin que fluidice la opción que podría ser el segundo hub español de El Prat.

6. La industria mediática, y en general el sector terciario avanzado, no habían sido hasta ahora objeto preferente para las probadas capacidades empresarias valencianas.

Sin embargo, Valencia, aunque fuera del mapa del AVE, no ha desaparecido. A pesar de nuestra clase política autóctona, siempre muy ocupada en sus cosas, la paradoja se explica constatando que la sociedad civil valenciana ha empezado a hacer una lectura correcta e inteligente de la Sociedad de la Información. Mantiene sus características de colectivo abierto sin abandonar sus fuentes económicas históricas y culturales, explora estas nuevas posibilidades desde su estilo y alta calidad de vida hedonista y vivaz, bien aparejada para las necesidades de esta economía emergente.

Mientras Madrid y Barcelona disputan por un concepto decimonónico de la capitalidad, aquí esta surgiendo una comunidad de profesionales, trabajadores de la tecnología, la creatividad y el conocimiento que apuesta por el principio, enunciado por Manuel Castells, según el cual en una sociedad-red el centro se difumina y se desvanecen los núcleos duros de capitalidades físicas, y ya no digamos en un Estado autonómico como el nuestro, en el que el perfeccionamiento de la descentralización para todos, cada vez más, parece tarea de Sísifo.

Valencia cuenta con la mejor infraestructura de telecomunicaciones de todo el Estado, y algunos emprendedores de lo digital y la Red, grandes empresas valencianas, avanzadas pymes y centros de investigación han aprendido que en ello está la clave y están empezando a ser consideradas nodos de las mallas que definirán el futuro. No son muchas, pero sí ejemplares. Son sobre todo esperanzadoras, una especie de vía valenciana a la modernidad. Lo que aquí se ha hecho es pura sociedad civil y recurso autóctono, ya que para los AVE y los centros de Telefónica el Estado decidió otras ubicaciones. Puesto que las telecomunicaciones y sus contenidos no lo son todo, se necesita una infraestructura de movilidad y transporte que la soporte, y por ello la exigencia de no quedarnos estrangulados en lo referente a vías de transporte.

A pesar de los pesares, aquí ha surgido una sociedad dinámica que colabora con el MIT sin pasar por Madrid, que vuela desde Valencia por encima de Barcelona y otras urbes en aviones de una compañía de capital autóctono y logo en latín y, si se nos permite la boutade, llega a Milán, donde hoy por hoy no juegan la final ni Madrid ni Barcelona. Con el esfuerzo épico de J. C. Ferrero, un tenista de Ontynient, formado en las canchas (al parecer, de alto rendimiento) de un modesto club alicantino de Villena, también estuvo nuestra comunidad en la única Copa Davis española, y Sergio García, nacido hace 21 años en Borriol y formado en Castellón, permite hoy al golf español emparejarse con Tiger Woods. Éstos no son ya productos de individualidades, sino de masa crítica. Como ha escrito con valenciana ironía Guillem Martínez: 'Joanot Martorell no era del Barça'.

Desde la tercera ciudad del Estado, equidistante de las dos primeras, nos quedamos sorprendidos por la ausencia de referencia alguna, ¿amnésica?, ¿deliberada?, a la CV en el diálogo entre Ruiz-Gallardón y Pascual Maragall, recogido por EL PAÍS: Madrid y Cataluña, frente a frente. Empecinados en su discusión, olvidaron que hay una malla, y ésta empieza por un triángulo. Visto desde Valencia, la lectura del debate llevaba a la conclusión de que Madrid y Barcelona están ensimismadas en su bipolaridad y no acaban de asumir la existencia del tercer nodo valenciano. Barcelona mira demasiado al Norte, sin valorar lo que se está produciendo desde Tarragona para abajo y Madrid no asume, que para muchos el mundo ya no pasa solamente por Barajas.

Si no se cierra el lado vertical del triángulo y las conexiones de la malla no se refuerzan, Valencia, que ha demostrado saber sobrevivir en estos 15 años, deberá reconfigurar sus soluciones transversales, incluso superando el marco estatal. La realidad pide que integremos los tres polos. Este planteamiento requiere una buena dosis de esfuerzo combinado con autocrítica. En el fondo hablamos de una sociedad de fajadores con demasiados años de falsos tópicos. La sociedad, articulada y autoestimada, ha empezado a andar, conjugando la complementariedad con Madrid y el vínculo cultural, histórico y geoestratégico con Barcelona.

El momento exige aplicar inteligencia, compaginar l'Horta con el AVE y el Puerto, el valenciano con el castellano, el inglés y el alemán, y además que los tecnólogos y creadores encuentren en su tierra el respeto y la puesta en valor que Lluís Vives no encontró.

Gregorio Martín es director del Instituto de Robótica de la Universidad de Valencia. Firman también este artículo: Adolfo Plasencia, director de proyectos multimedia MAG.EUITI. Universidad Politécnica de Valencia; José Manuel Gironés, presidente de la Asociación Valenciana de Doctores y Licenciados en Ciencias de la Información; Antonio Oliver, organizador del First Tuesday Valencia; Norberto M. Ibáñez, director de la revista Contrastes; Agustín Remesal, periodista, corresponsal de TVE en Lisboa; Elías de los Reyes, director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones, Universidad Politécnica de Valencia; José María Yturralde, artista plástico, pionero en tecnología aplicada al arte.

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