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ANTENA 3 | 'RUMORE, RUMORE' Y 'EL DIARIO DE PATRICIA'
Columna
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Tardes de popurrí

Muy duramente han trabajado en Antena 3 para buscar recambio veraniego a Ana Rosa Quintana y su Sabor a ti. No querían o no les dejaban hacer lo que suele ser habitual en estos casos -mantener el formato pero con un presentador de ocasión- y han optado por cubrir su hueco con nada menos que dos programas: Rumore, rumore y El diario de Patricia. El primero, un informativo del corazón en clave irónica destinado a darnos cuenta de las andanzas veraniegas de Antonio David, Isabel Pantoja, Mari Cielo y demás criaturas del famoseo más o menos virtual, y el segundo, un talk show en el que tan pronto interrogan a un grupo de adolescentes sobre la pérdida de la virginidad como llenan el plató con parejas malavenidas por culpa de diferencias tan poco comunes como que ella colecciona operaciones estéticas y él la prefiere sin artificios, o que ella no soporta los animales y él no puede vivir sin la compañía de cuatro perros, dos monos, un gato, una serpiente y un lagarto (tal cual). Es decir, las mismas materias que ocupaban las tres horas del espacio de Quintana sólo que repartidas en dos programas de hora y media cada uno.

Fuera del reparto de papeles, las novedades que en conjunto uno y otro incorporan son tan escasas que se reducen a una cuestión prácticamente de mobiliario. En Rumore, rumore prescinden del socorrido sofá con tresillo desde el que tan cómodamente departía Ana Rosa para sentar a sus presentadores a una mesa alta, y en El diario de Patricia colocan a su conductora junto al público, en una grada que tiene la particularidad de estar situada a un kilómetro de distancia de los entrevistados. Lo demás es cuestión de los ojos con los que uno quiera juzgar y de la salsa con la que los encargados de servirnos el menú tienen a bien condimentarlo.

La preparada por Patricia Gaztañaga no da para mucho, ya que la receta específica para talk shows -como la inclusión del nombre de la presentadora en el título- es igual que la vinagreta: está inventadísima. La de Rumore, rumore está igualmente inventada, pero el resultado todavía depende de cómo combinen entre sí Jorge Javier Vázquez y Francine Gálvez. Hoy por hoy no parece que el humor de boquita pequeña al que él es aficionado ligue bien con el desparpajo de ella. Pero, sorpresas da la vida. Alguien debe haberles dicho que tienen que reírse. Y reírse, se ríen. A veces con tal urgencia que se les olvida hacer la gracia que lo justifique. Para ser justos hay que decir que no ayudan los guiones ni la acartonada lista de colaboradores que los asisten en un confuso popurrí de secciones semanales. Será por desesperación.

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