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Unos 300.000 alumnos de media por año

La temida prueba de selectividad se aprobó el 24 de julio de 1974. Se estableció por ley en la etapa en la que Cruz Martínez Esteruelas era ministro de Educación (de enero de 1974 a diciembre de 1975). En la última década, alrededor de tres millones de estudiantes han pasado por esta prueba. Hasta el año pasado ponderaba al 50% la media del expediente de bachillerato con la nota de la prueba. Desde junio de 2000, el expediente puntúa un 60% de la nota final y la prueba, un 40%.

Este examen está regulado actualmente por un real decreto, y no por la ley vigente, la Ley de Reforma Universitaria (LRU), de 1983, que sólo hace una referencia a que habrá que superar esta prueba para acceder a la universidad.

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La selectividad tenía originalmente la finalidad de ser una prueba de aptitud para valorar la capacidad de los alumnos para iniciar los estudios universitarios. No tenía en absoluto el objetivo de pretender una selección restrictiva del alumnado. Las facultades, escuelas técnicas y colegios universitarios estaban obligados a admitir a todos los alumnos de nuevo ingreso que lo solicitaran y cumplieran las condiciones reglamentarias, según decía el texto oficial. Sin embargo, contemplaba una excepción para algunas facultades, como Medicina, en las que se pudiera prever una insuficiencia de medios y no fuera posible ampliarlos de forma inmediata. En ese caso se admitiría, decía el texto, 'el eventual establecimiento de límites máximos de capacidad, fijando el número de alumnos de primer curso que podrán ser admitidos'. Con el tiempo, esta excepción se convirtió en regla.

Desde hace más de una década, el fin último de la prueba ha sido distribuir a los estudiantes en las diferentes titulaciones según la nota media alcanzada, con el problema de que algunos no llegaban a ingresar en su carrera preferida por culpa sólo por unas pocas décimas. Sin embargo, los defensores de esta prueba aseguran que es el método menos malo para garantizar el acceso en igualdad de condiciones de todos los alumnos. A pesar de que el descenso de la natalidad garantizará en unos años el acceso a los estudios superiores de todo el que lo solicite, no ocurrirá así presumiblemente con las titulaciones más demandadas.

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