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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La humanidad del Dios

Un grupo de investigadores británicos ha reconstruido el posible rostro de Jesucristo a partir de un cráneo encontrado en un cementerio de Israel. El retrato resultante nos acerca fidedignamente el supuesto aspecto del hijo del Dios de los católicos, del padre del cristianismo. Gracias a la utilización de potentes equipos informáticos podemos observar la supuesta faz como si de una fotografía se tratara. O mejor aún, pues la tecnología digital permite su creación en tres dimensiones reproduciendo fielmente las texturas y detalles fisonómicos del sagrado personaje.

Dista mucho la imagen difundida por los científicos de la asimilada a partir de años de contemplación en representaciones artísticas y religiosas. No es un Jesús blanco y fibroso como el representado por los renacentistas. Tampoco tiene la pálida tez y los ojos almendrados, rebosantes de sapiencia y dulzura, con la que es tallado en madera y mármol. La hipotética tez del salvador de la humanidad tiene un intenso color tostado, atezado, como abrasado por la incidencia del sol. Sus facciones son abruptas, con gruesos labios y prominentes pómulos, asalvajadas por una espesa barba. Presenta una nariz ancha en su parte inferior y fuerte en su anclaje superior, que linda con su vasta cavidad frontal, de prominentes y convexos rasgos sobre los que se asientan sus pobladas cejas. Es el de este Jesús un rostro de expresión adusta. No es precisamente sabiduría y majestuosidad lo que transmite. Sus rasgos abruptos y su aire asustadizo le confieren una imagen cuitada. Mira como si no supiera, como si se extrañara de lo que ve y tuviera miedo de quien le contempla.

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No pienso en el rey de los cristianos cuando observo a este hombre que vivió hace 2.000 años. Su rostro se asemeja más al de cualquier inmigrante africano que desde las costas marroquíes intenta llegar a estas tierras que habitamos. A estas tierras cuyas puertas se les cierran o de las que son expulsados por no haber nacido aquí y no tener un permiso de residencia.

Curiosamente, es éste el hijo del Dios al que adoran y veneran millones de personas. Su imagen es igual a la de cualquier pobre campesino que se gana su escaso jornal trabajando en los campos almerienses, murcianos o navarros. Ese hombre al que desprecian muchos católicos de misa y comunión diaria, al que pretenden expulsar del país. A cuyos sacramentos apela más de algún político para cimentar sus ideas o evitar los malos tratos. El hombre que creó ese pilar llamado Iglesia sobre el que se erigen las ideas de muchos de los votantes y votados que hoy pretenden desterrar a sus semejantes.

Quizás aquellos que lo veneran aprecien su enorme parecido con aquellos a quienes persiguen. Ojalá recuerden entonces que el hijo de su Dios tenía el mismo rostro que éstos.-

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