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TIROS LIBRES
Columna
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Bestias negras y otros demonios

Más de dos años. Nueve partidos consecutivos. En Valencia, en Madrid o en Vitoria. Durante la temporada regular, en la Copa del Rey o en los playoffs por el título. Da igual, pues el final siempre es el mismo. Estudiantes gana, Pamesa pierde. La inacabable racha de victorias de los madrileños, la última e inapelable el pasado sábado, anima a la reflexión sobre un concepto muy utilizado en terrenos deportivos como es el de las bestias negras, equipos maldición, demonios, pesadillas y otras siniestras formas con las que se intenta expresar lo más gráficamente posible una circunstancia concreta: la repetición de un mismo resultado negativo cuando un equipo se enfrenta a un determinado adversario.

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Dado el culto a la dramatización en el que vive inmerso el deporte, teniendo en cuenta el gusto con el que acogen los medios de comunicación todas estas visicitudes, convendría saber distinguir con claridad la presencia de estos fantasmas. Porque estos calificativos son empleados con una excesiva facilidad y no siempre se acogen a la realidad. Ser una bestia negra, llegar a convertirse en una maldición como dijo el sábado el entrenador del Pamesa, no es fácil y necesita ciertas condiciones. Angola fue catalogada con estos términos casi demoníacos basados en un único partido que ganó a la selección española. Error. Se necesita repetición. Drazen Petrovic se convirtió en la bestia negra del Real Madrid en los años 80 porque nos ganaba y metía 40 puntos por partido. Error. Eso es lo que hacía a todos los equipos, sin distinción. Tiene que tratarse de algo especial, un hecho aislado y de difícil explicación, no de una costumbre.

Lo del Estudiantes y el Pamesa sí entra en este privilegiado circulo porque estamos ante dos equipos que a lo largo de estos dos años han pasado por diversas visicitudes, han tenido rachas y bajones, han cambiado jugadores y entrenador, han jugado en ciudades diferentes y competiciones dispares y, por encima de estas circunstancias, se ha impuesto el resultado único. Y, sobre todo, porque tanto los jugadores del beneficiado como los del damnificado, para bien y para mal, han acabado creyéndoselo, como demostraron sobradamente el sábado, y afrontan cada nuevo choque con una mayor confianza (Estudiantes) y con un creciente fatalismo (Pamesa). Sin ninguna base deportiva que lo acogiese anteriormente (Estudiantes las está pasando canutas). Pero precisamente ésta es la premisa clave para saber que estamos ante una bestia negra: cuando el peso de la historia reciente resulta determinante por encima de hechos puntuales. Y la semana que viene otro Pamesa-Estudiantes en la Copa. ¡Qué morbo!

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