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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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La investigación y las plantillas de las universidades

La enseñanza universitaria, para ser tal, tiene que proporcionar al menos dos habilidades a los estudiantes. Una son las bases técnicas para el ejercicio de una profesión, y otra, las herramientas intelectuales del método científico, que, a la larga, sirve para saber plantearse problemas y resolverlos rigurosamente. Ambas son imprescindibles en cualquier tipo de carrera universitaria.

Desde el punto de vista de esta definición, la investigación es una función de la Universidad tan fundamental para la docencia como el temario de un programa. Las mejores universidades del mundo lo son porque producen la mejor investigación y, desde luego, es en ellas donde los mejores estudiantes quisieran poder formarse.

A este respecto, contemplando la evolución del sistema universitario español, surgen al menos dos riesgos que me interesa comentar. Uno en relación con las universidades privadas. Por supuesto, no tengo nada que objetar a la coexistencia de universidades públicas y privadas; sin embargo, las noticias sobre algunas universidades privadas resultan alarmantes en cuanto a los aspectos formativos a que me estoy refiriendo. La carga docente efectiva que soportan en tales casos los profesores jóvenes es aparentemente inhibidora de cualquier otra actividad, muy concretamente de la actividad investigadora. Es obvio que una universidad privada tiene que ser rentable, pero la rentabilidad no puede llegar al abaratamiento ilimitado de los costes tanto como para que el usuario crea pagar por una enseñanza universitaria y la reciba sólo a medias o reciba otra cosa.

En cualquier corporación, las estructuras de personal, las plantillas, tienen que permitir y favorecer el cumplimiento de los objetivos institucionales. En la Universidad, también. La exclusiva aplicación de relaciones numéricas como las de profesor/alumno u horas de clase/profesor constituye un criterio adecuado para programar políticas generales de subvenciones, pero no sirven como criterios de definición de políticas internas de personal.

Algunas grandes universidades públicas están abordando el diseño de sus plantillas y ése es un propósito difícil pero imprescindible. Un modelo de plantillas concebido como una política de personal tiene que contemplar dos niveles. Un nivel general que se resuelva con algo más que las aludidas relaciones numéricas y un segundo nivel que defina propiamente la política de la institución. En el primer nivel, la Universidad tiene que ser sensible, no sólo a su papel de enseñante de profesiones, sino también a su función científica (docente e investigadora). Es bien sabido, y en este mismo diario se ha venido insistiendo en ello, que en materia de I+D España sufre un importante retraso, sobre todo en cuanto al número de investigadores activos en el sistema. No se debe olvidar que, aun cuando las universidades no dependan del ministerio que administra la ciencia hoy en España, la inmensa mayoría de la investigación aquí, como en el resto de Europa, se hace en la Universidad. Por ello mal va a crecer el número global de investigadores si no se plantea el crecimiento de las plantillas universitarias. Las plantillas universitarias tienen que crecer, por supuesto, con arreglo a los criterios moduladores que se definan, pero tienen que crecer. Aunque no crezca el número de estudiantes. Además, también con carácter general, debe preverse que la plantilla docente tiene que ser piramidal, con efectivos de todas las edades interactuando en el proceso de enseñanza y de investigación.

El otro nivel que tiene que contemplarse es más discriminante y es el que puede definir la política de cada universidad. Éste debe afectar a campos y acciones específicos. No parece lógico que la Universidad no tenga prevista la creación de plazas en áreas de vanguardia científica, que no se permita la flexibilidad de poder acoger a un científico o grupo de excelencia que se quisiera atraer o que no se atienda a una política de crecimiento para grupos cuya labor docente o investigadora interese especialmente.

En resumen, los objetivos científicos tienen que impregnar las políticas universitarias de personal y tienen que ser reconocidos como una base condicionante del propio servicio docente. Lo contrario es un gran riesgo (el otro riesgo a que me refería) para la enseñanza universitaria y, por ello, para este país. Ojalá la sociedad y los propios universitarios no lo consientan. Al menos en las universidades públicas.

Ana Crespo es catedrática de Biología Vegetal de la Universidad Complutense.

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