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Columna
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El resucitado

En los últimos tiempos, el PSOE andaluz me produce una sensación extraña. Es como si estuviera viendo una película en la que los rollos van siendo proyectados en desorden. De pronto, aparece un personaje y me pregunto: ¿Y qué hace este aquí, no lo habían decapitado?

Vamos a ver si entre todos logramos reconstruir el argumento: ¿No habíamos quedado en que José Caballos había sido defenestrado en el último Congreso del PSOE, lo que constituía la prueba del algodón de que se había entrado en la radiante senda del cambio tranquilo? Si es así, ¿quién es este José Caballos al que se cita como uno de los que torpedean la fusión de las cajas andaluzas patrocinando la de las cajas sevillanas?, ¿quién es el José Caballos que capitaneó el intento de linchamiento del diputado del PP Matías Conde llevándose de paso por delante a su rival Rafael Centeno?

Estoy confuso. Este José Caballos no puede ser el decapitado José Caballos, porque si lo fuera significaría que no es verdad eso de que aquí en Andalucía se había iniciado el cambio tranquilo y se habían acabado las tribus y los ademanes cuarteleros.

De pronto, me viene un mal pensamiento: ¿Y si lo de la decapitación fue una cortina de humo lanzada en vísperas del congreso del PSOE andaluz para que los delegados se creyeran lo del cambio tranquilo? Los socialistas andaluces son muy aficionados a las cortinas de humo. De hecho, el auto de fe de Matías Conde no era sino una cortina de humo para tapar las discrepancias entre Chaves y Magdalena Álvarez sobre la fusión de cajas. Asunto que, a su vez, se anunció precipitadamente -con las consecuencias que estamos viendo- para tapar un escandalete en la caja granadina provocado por un inepto que dejó dichas por escrito cosas que nunca se ponen en un papel. Se ve que esto de las cortinas de humo tiene sus inconvenientes. Sobre todo, cuando el ejercicio de la política empieza y acaba en este tipo de actividades.

El gran problema del PSOE andaluz es que no tiene estrategas, sino tácticos. O, al menos, son los tácticos los que tienen el poder. Quizá sea porque la estrategia es algo aburrido, anónimo y que apunta al largo plazo, mientras la táctica es tan divertida -qué risas si hubiera salido bien lo de Matías Conde-, luce tanto y te permite salir mucho en Canal Sur. Lo malo que tiene funcionar así es que al final terminas saltando de charco en charco, los mismos charcos que tú mismo has provocado, y no eliges tu camino, sino que recorres el que crees que te va a permitir salir con menos salpicaduras.

Mientras escribo esto, veo en un vídeo a un hombre calvo, con barba y ojos huidizos que dice que él no le pide perdón al PP y además se ríe. No cabe duda. Es él. No le han decapitado. Es más: para que no quepan dudas de que todo fue una cortina de humo -o una tomadura de pelo a la opinión pública- sigue ocupando el mismo asiento que antes tenía en la ejecutiva del PSOE. Está vivo, muy vivo, pero es evidente que ha perdido la cabeza. Quizá crea que es el último soldado japonés en una isla abandonada. Tiene toda la pinta de haber sufrido una sobredosis de sectarismo y está convencido de que en el mundo sólo hay correligionarios o enemigos. Es increíble que nadie pueda pararlo.

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