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Televisa elimina dos programas estelares de telebasura

Juan Jesús Aznárez

Televisa, la principal cadena nacional de México, ha eliminado sus dos programas estelares de telebasura incapaz de soportar la creciente sublevación social contra espacios que igual ventilaban la importancia de las dimensiones del pudendo en la armonía conyugal como abundaban sobre los cuernos,las broncas familiares, el bestialismo o asuntos capaces de turbar a la dueña de un burdel. Alzada la Iglesia católica, las asociaciones de padres y los partidos políticos, Televisa suprimirá, a partir de hoy, las dos joyas de la corona: Hasta en las mejores familias, con cuatro millones de espectadores en sus mejores momentos, y la producción peruana Laura en América.

'Mi esposo me pega cuando hacemos el amor, y me está gustando', 'El amante de mi esposo es una perra', rezaban dos de los espacios de Hasta en las mejores familias, presentado por Carmen Salinas, una veterana actriz ducha en el fingimiento de pucheros y aflicción. En una de las apoteosis presentó a un adolescente esquizofrénico que, en paños menores, se retorcía, babeaba y gemía en su regazo. Otros lloraban estimulados, no por el padecimiento, sino por la pomada esparcida en los párpados.

Superándose día a día, inventando o interpretando conflictos, los padres mexicanos debieron apartar del televisor a escobazos a hijos quinceañeros hipnotizados por meretrices que informaban sobre honorarios y metodología en la instrucción sexual de menores. 'Ante el rechazo de la opinión pública dejarán de transmitirse', anunció Televisa, después de haber recibido un alud de reclamaciones.

También sentó cátedra Laura Bozzo, mencionada por la prensa limeña como una de las amantes del fugitivo Vladimiro Montesinos, jefe de facto de los servicios secretos del ex presidente Fujimori. Simulando sensibilidad con los problemas nacionales, se adentraba morbosa en el mundo de las niñas seducidas por sátiros, en el sufrimiento de esposas abandonadas o en las canalladas de los hombres. En ocasiones, la policía irrumpía en el plató y, entre aplausos, se llevaba a algún crápula confeso.

Una señora enana, un par de travestidos, un lechugino de 1,90 y una matrona de mallas y retaguardia monumental constituían el tribunal de Hasta en las mejores familias, completado en ocasiones por un mudo que emitía las opiniones a gruñidos. Mitad actuación, mitad realidad, problemas de pareja o vecindad eran desarrollados a golpes, tirones de pelo y blasfemias apagadas por un pudoroso pitido. En una de las trifulcas, mientras rodaba por el suelo, una anciana largó la dentadura postiza, y varios fueron retirados en volandas, o atendidos por un cardiólogo.

El reclutamiento de ponentes era sencillo. Una camioneta del programa batía los barrios pobres ofreciendo entre tres mil y cuatro mil pesetas, y sobre todo, la fama. 'Mujeres casadas se venden por placer', 'El tamaño sí importa', 'Esposas que adoran a la amante de su marido', 'Me avergüenzo de mis padres', 'Hombre de día, mujer de noche'. La variedad de cebos fue tan amplia y truculenta como adictiva su teatralización entre los sectores sociales más desprevenidos o laxos, o académicos en antropología y psiquiatría.

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