Más de lo mismo
Debe ser por mi juventud, pero aún me irrita saber que la mayor parte de los habitantes del planeta apenas tienen para comer y que los Gobiernos de este mundo moderno y feliz no hacen absolutamente nada para solucionarlo. Sólo más policías en Tarifa. Es el discurso monolítico de la estrechez de miras.
Todos sabemos que con el loable y comprometido trabajo de las ONG no hay bastante. Y ellos, los de Davos, también lo saben y se reúnen para eso, para que nada cambie. Para hablar de tecnología que sólo ellos pueden pagar y de cómo van a continuar impidiendo que los productos del Sur lleguen al Norte, enfermo de consumo.
Volveremos a oír esas palabras vacías de cooperación y mundos solidarios en boca de esos opulentos señores neofeudales. En la trastienda decidirán que la esclavitud es legal, que los pobres se queden en su tierra y que todo vale, incluso cargarse las Galápagos. Es todo lo mismo. El dinero vale más que las personas y que la naturaleza, así de sencillo y así de terrible.
Y allí estarán también los que no se resignan a que todo siga igual, los que, como a mí, les cuesta creer que la indecencia humana llegue tan lejos, y que la sociedad enferma mire para el otro lado. Desde la utopía veinteañera, apelo a la reflexión y a la presión para que el mundo sea de todos, y no sólo de los de Davos. Mire dónde está hecho su jersey y piense. Pida explicaciones. Si no le gusta, proteste. Pregúntele al Gobierno por qué nada hace. Los cambios no se hacen solos.-