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Reportaje:

Los silencios de Mitterrand

Un antiguo espía revela que el ex presidente nunca dio órdenes claras a los servicios secretos

Cuando los antiguos espías se muestran locuaces, ocurre siempre lo mismo. Tras unas primeras emociones y algún gesto de asombro, surge la duda: ¿Cuánto de lo que explican es cierto, cuánto se callan y para qué lo cuentan? Esto es el caso del coronel Pierre Lethier, antiguo alto cargo de la Dirección General de Seguridad Exterior (servicio secreto francés) -fue jefe de gabinete con tres directores sucesivos del servicio- que ha escrito un libro sobre operaciones secretas llevadas a cabo en la época de François Mitterrand. Curiosamente, el ex espía afirma que el presidente nunca dio licencia para matar 'fuera de las zonas de guerra'.

'Llegado el caso de tener que matar a un hombre', dice el antiguo espía, 'nosotros teníamos que pedir luz verde al presidente de la República. Fuera de las zonas de guerra, François Mitterrand lo rechazó siempre. Incluso en ese terreno particular, Francia ha abolido la pena de muerte', dice el ex espía. Como respuesta a sus demandas de instrucciones, el director del Servicio 'sólo recibía de la Esfinge del Elíseo sonrisas y movimientos de cabeza. Jamás vinieron órdenes claras de ese jefe al que no le gustaba darlas. Esta ausencia de instrucciones está en el origen de la enfermedad que va a debilitar al Servicio'.

Hay un dato que debe aportarse de inmediato: el ex espía es uno de los presuntos implicados en el sumario judicial por las comisiones que el grupo Elf-Aquitania pagó por sus inversiones en el extranjero, que abarcaron desde la antigua Alemania Oriental a España. Contra Lethier existe una orden de arresto, dictada por el juez Renaud van Ruymbeke, que las autoridades de Suiza -donde reside aquél- no han cumplimentado por considerarla poco documentada.

Aunque aparentemente ajenas al caso Elf, las cosas que cuenta el ex espía entran en asuntos de actualidad. Por ejemplo: según la prepublicación hecha por la revista Le Point -el libro no ha llegado aún a los anaqueles de las librerías- el antiguo espía se describe a sí mismo como el encargado de mantener relaciones con Jonas Savimbi, el líder de UNITA, el movimiento rebelde contra el régimen angoleño.

Esa vía con los rebeldes angoleños se mantuvo en paralelo con la posición oficial de su país, que era la de apoyar al régimen de Luanda. Precisamente Jean-Christophe Mitterrand, el hijo mayor del ex presidente, se encuentra ahora procesado por su presunta intervención en las ventas de armas a Luanda; sus cuentas bancarias en Suiza, por las que pasaron alrededor de 325 millones de pesetas, se encuentran bloqueadas desde el 26 de diciembre pasado, a petición de la Justicia francesa.

Frente a los asuntos en curso, las revelaciones sobre el pasado. A finales de los años ochenta, franceses y alemanes construían una serie de instalaciones en Kuru (Guayana francesa) para interceptar los satélites de comunicaciones de Estados Unidos.

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Según el antiguo espía, se temía que otros servicios extranjeros cayeran sobre ellos. 'Para parar infiltraciones, sabotajes, operaciones de desestabilización, no había más que vallas electrificadas y perros entrenados. El Gobierno nos encargó que frustráramos esos preparativos por medios que sólo nosotros [el servicio secreto] poseíamos'. El mismo Pierre Lethier, 'con un pequeño equipo, y con la ayuda de métodos no siempre suaves' neutralizó a 'agentes del Este [de Europa] demasiado curiosos'. Al llegar a este punto culminante, el relator frustra a sus lectores: en vez de contar detalles de lo que hizo, se limita a dar cuenta de que 'hubo todos los ingredientes requeridos: lluvia tropical, legionarios y cadáveres sobre la superficie del río'.

Una treintena de agentes de su servicio contribuyó, en fin, a destruir a las tropas libias que entraron en territorio del Chad, país aliado de Francia. En marzo de 1987, 'durante meses esperamos el relevo que iba a hacer salir a los libios a terreno descubierto'. Cuando esto ocurrió, una operación relámpago conjunta de tropas de Chad, apoyadas por los franceses, aplastó a los libios.

No faltan historias para todos los gustos. Afirma Lethier que Francia pagó a Irán 300 millones de dólares, destinados en parte a sufragar el rescate de dos rehenes capturados por la guerrilla fundamentalista de Hezbolá en Líbano. En una operación de la que fue inicialmente marginado, su servicio descubrió el paso del dinero por un banco alemán y dos japoneses. A partir de ahí se enteró de que el trato había sido cerrado en Ginebra por Jean-Claude Trichet, entonces director del Tesoro Público -y actual presidente del Banco de Francia-, siempre según su versión; y de que en esa operación intervinieron hombres del entonces ministro del Interior, Charles Pasqua.Cuando los antiguos espías se muestran locuaces, ocurre siempre lo mismo. Tras unas primeras emociones y algún gesto de asombro, surge la duda: ¿Cuánto de lo que explican es cierto, cuánto se callan y para qué lo cuentan? Esto es el caso del coronel Pierre Lethier, antiguo alto cargo de la Dirección General de Seguridad Exterior (servicio secreto francés) -fue jefe de gabinete con tres directores sucesivos del servicio- que ha escrito un libro sobre operaciones secretas llevadas a cabo en la época de François Mitterrand. Curiosamente, el ex espía afirma que el presidente nunca dio licencia para matar 'fuera de las zonas de guerra'.

'Llegado el caso de tener que matar a un hombre', dice el antiguo espía, 'nosotros teníamos que pedir luz verde al presidente de la República. Fuera de las zonas de guerra, François Mitterrand lo rechazó siempre. Incluso en ese terreno particular, Francia ha abolido la pena de muerte', dice el ex espía. Como respuesta a sus demandas de instrucciones, el director del Servicio 'sólo recibía de la Esfinge del Elíseo sonrisas y movimientos de cabeza. Jamás vinieron órdenes claras de ese jefe al que no le gustaba darlas. Esta ausencia de instrucciones está en el origen de la enfermedad que va a debilitar al Servicio'.

Hay un dato que debe aportarse de inmediato: el ex espía es uno de los presuntos implicados en el sumario judicial por las comisiones que el grupo Elf-Aquitania pagó por sus inversiones en el extranjero, que abarcaron desde la antigua Alemania Oriental a España. Contra Lethier existe una orden de arresto, dictada por el juez Renaud van Ruymbeke, que las autoridades de Suiza -donde reside aquél- no han cumplimentado por considerarla poco documentada.

Aunque aparentemente ajenas al caso Elf, las cosas que cuenta el ex espía entran en asuntos de actualidad. Por ejemplo: según la prepublicación hecha por la revista Le Point -el libro no ha llegado aún a los anaqueles de las librerías- el antiguo espía se describe a sí mismo como el encargado de mantener relaciones con Jonas Savimbi, el líder de UNITA, el movimiento rebelde contra el régimen angoleño.

Esa vía con los rebeldes angoleños se mantuvo en paralelo con la posición oficial de su país, que era la de apoyar al régimen de Luanda. Precisamente Jean-Christophe Mitterrand, el hijo mayor del ex presidente, se encuentra ahora procesado por su presunta intervención en las ventas de armas a Luanda; sus cuentas bancarias en Suiza, por las que pasaron alrededor de 325 millones de pesetas, se encuentran bloqueadas desde el 26 de diciembre pasado, a petición de la Justicia francesa.

Frente a los asuntos en curso, las revelaciones sobre el pasado. A finales de los años ochenta, franceses y alemanes construían una serie de instalaciones en Kuru (Guayana francesa) para interceptar los satélites de comunicaciones de Estados Unidos.

Según el antiguo espía, se temía que otros servicios extranjeros cayeran sobre ellos. 'Para parar infiltraciones, sabotajes, operaciones de desestabilización, no había más que vallas electrificadas y perros entrenados. El Gobierno nos encargó que frustráramos esos preparativos por medios que sólo nosotros [el servicio secreto] poseíamos'. El mismo Pierre Lethier, 'con un pequeño equipo, y con la ayuda de métodos no siempre suaves' neutralizó a 'agentes del Este [de Europa] demasiado curiosos'. Al llegar a este punto culminante, el relator frustra a sus lectores: en vez de contar detalles de lo que hizo, se limita a dar cuenta de que 'hubo todos los ingredientes requeridos: lluvia tropical, legionarios y cadáveres sobre la superficie del río'.

Una treintena de agentes de su servicio contribuyó, en fin, a destruir a las tropas libias que entraron en territorio del Chad, país aliado de Francia. En marzo de 1987, 'durante meses esperamos el relevo que iba a hacer salir a los libios a terreno descubierto'. Cuando esto ocurrió, una operación relámpago conjunta de tropas de Chad, apoyadas por los franceses, aplastó a los libios.

No faltan historias para todos los gustos. Afirma Lethier que Francia pagó a Irán 300 millones de dólares, destinados en parte a sufragar el rescate de dos rehenes capturados por la guerrilla fundamentalista de Hezbolá en Líbano. En una operación de la que fue inicialmente marginado, su servicio descubrió el paso del dinero por un banco alemán y dos japoneses. A partir de ahí se enteró de que el trato había sido cerrado en Ginebra por Jean-Claude Trichet, entonces director del Tesoro Público -y actual presidente del Banco de Francia-, siempre según su versión; y de que en esa operación intervinieron hombres del entonces ministro del Interior, Charles Pasqua.

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