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MEJOR DEPORTISTA ESPAÑOL

El heredero de Perico Heras, líder de la última generación del ciclismo español

Carlos Arribas

Que los periquistas perdonen el sacrilegio (y que se olviden un segundo de ese purismo que hace proclamar que hasta que no gane el Tour ningún ciclista puede reclamar una corona), pero su mito, el Pedro Delgado único referente de cierta forma de ver el ciclismo, ya tienen un heredero: Roberto Heras, salmantino de Béjar, que no segoviano; más bien tirando a serio, sin aquel desparpajo apabullante; igual de pragmático en todo caso, pero no tan despistado por ahora. Igual estilo también: escalador explosivo, ducho en el manejo del hachazo, y con largo recorrido también, y también aprendiz en las contrarreloj. Y, sí, también, niño prodigio. Heras ya ganó una etapa en la Vuelta a los 23 años, ya se ha ilustrado en el Giro ganando la etapa del Mortirolo a los 25, ha ganado la Vuelta a los 26. En su primera Vuelta fue quinto, en la segunda sexto, en la tercera tercero, en la cuarta primero; en el primer Giro, quinto; en el primer Tour, también quinto.El ciclismo español ya puede proclamar que ha concluido la travesía del temible desierto que apareció en el horizonte después de los años Induráin: Roberto Heras, de 26 años, ganador de la Vuelta, quinto en el Tour, lidera una generación de novísimos, una generación de españoles variados, un grupo de escaladores (Beloki, Mancebo, Sevilla), de grandotes (Haimar Zubeldia, Iker Flores), de normales (Cañada, Igor Galdeano), con un supreclase para las clásicas (Óscar Freire) y un ganador nato (David Etxebarria), y todos jovencitos, entre los 23 y los 27 años. Y Heras con ellos.

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Como Delgado, Heras se cayó en el Joux Plane. Al segoviano, la costalada le costó retirarse del Tour del 84, su segunda experiencia en Francia; al bejarano, le costó la victoria de etapa (ganó en Morzine su compañero de escapada, Richard Virenque), un precio que entonces le hizo llorar, pero que ahora no ve tan caro. Porque aquel día, Heras hizo otra cosa que sí que le ha marcado para el futuro, y bien. Aquel día, la última etapa de montaña, el Tour ya prácticamente decidido, Heras atacó subiendo. Aquel día Armstrong, el líder intocable, sufrió y no pudo seguirle al español. Aquel día, Armstrong, el americano sin piedad, decidió que Heras debía ser su compañero en el siguiente Tour. Más todavía, aquel día Armstrong, el ganador de los dos últimos Tours, el hombre que cerró el siglo XX y el máximo favorito para abrir el XXI, decidió que el Tour de 2002, cuando él ya se habrá retirado, lo ganará Roberto Heras. Lo ganará liderando su equipo, la máquina del US Postal. Y Heras lo sabe. Heras, pragmático como Perico, igual de valiente, no teme romper contratos y modas, emigrar al extranjero, buscar lo mejor. Dinero y triunfos.

Heras, sin embargo, no es Perico. La diferencia entre ambos no está en las cualidades técnicas ni en sus posibilidades ciclistas. La diferencia es el carácter. Perico se sintió desde que nació un número uno, un líder indiscutible, y Heras, el escalador de las manos grandes, ha aceptado siempre, sigue aceptando, un papel secundario. Perico pudo haber ganado el Tour de su debut, el Tour del descubrimiento, a los 23 años. Todavía se lamenta el segoviano de haber perdido minutos y minutos en el pavés de Roubaix. Perico fue a aquel Tour no parea descubrir lo que había más allá de los Pirineos, sino para que el mundo le descubriera a él. Heras retrasó unos cuantos años su presentación en sociedad; prefirió foguearse en la Vuelta y en el Giro, y fue al Tour a los 26 años, y fue con la actitud del aprendiz que no debe arriesgar para no cometer errores. Por eso terminó quinto.

Heras es el heredero; Heras lleva camino de ser Perico pero, tienen razón los periquistas, nunca será Perico. Ganará, seguramente, un Tour alguna vez; ganará, seguro, alguna Vuelta más. Podrá tener el mismo palmarés que el segoviano,, sí. Pero nunca será el fenómeno de masas, el ídolo de la sociedad, el hombre más popular de su tiempo; el deportista que detenía la actividad en verano.

No será por su culpa, será, simplemente, porque España, el ciclismo, el deporte, será porque todo en la última década ha cambiado.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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