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El municipio convertirá el antiguo mercado de frutas de Legazpi en un centro cultural

Antonio Jiménez Barca

Los responsables municipales ya están dándole vueltas a lo que se puede denominar la gran mudanza municipal. La reforma que el Ayuntamiento acometerá para transformar el viejo mercado de frutas y verduras de Legazpi en parte de un gran centro cultural y recreativo supondrá un problema logístico: antes de que este edificio, un triángulo de dos plantas formado por seis grandes naves, pueda albergar los usos culturales para los que se ha destinado, deberá vaciarse. Eso obligará al traslado de las dependencias del Samur, de 600 funcionarios y de 2.000 depósitos de muebles embargados.

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El edificio de Arganzuela dejó de funcionar como mercado de frutas y verduras a mediados de los años ochenta. Desde entonces ha servido como dependencia municipal para los usos más estrambóticos. Ahora, este inmueble ha pasado a formar parte del proyecto de rehabilitación del Matadero de la Arganzuela, un plan encaminado, en palabras del concejal de Urbanismo, Ignacio del Río, a ubicar en esa parte de la ciudad "el Guggenheim madrileño". Pero primero habrá que vaciar el edificio. Sin contar a los operarios del Samur, que tienen allí su sede, en las naves del viejo mercado trabajan actualmente 600 empleados municipales que atienden, entre otros, los siguientes cometidos:

- Cinco talleres municipales (electricidad, cerrajería, carpintería, fontanería y tapicería). Un equipo de profesionales lleva a cabo todos los arreglos que necesita la Casa de la Villa. Los carpinteros, especializados en rehabilitar los muebles antiguos que atesora el Ayuntamiento, son los mejores de su oficio.

- El parque automovilístico municipal, donde se aparcan todos los coches oficiales. En los garajes también se almacena todo lo necesario para montar las gradas y tarimas de celebraciones callejeras como desfiles, Cabalgatas de Reyes, etcétera.

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- El servicio postal y de telecomunicaciones. Estos operarios se encargan de expender y distribuir el millar diario de cartas que remite y recibe el Ayuntamiento.

- La oficina de objetos perdidos. Atestada de paraguas, teléfonos móviles y maletas. Guarda durante dos años las cosas que encuentran los taxistas, los empleados de la EMT, los servicios de Barajas y los ciudadanos bienintencionados.

- Las delegaciones de los sindicatos. Ocupan una nave entera, y allí están presentes todos los sindicatos, más de diez, que obtienen representación en las elecciones de funcionarios.

- El Almacén de la Villa. Lugar poco conocido por el público y suerte de inmenso trastero de la ciudad. Contemplarlo mueve a la vez a la estupefacción y a la melancolía. Consiste en dos naves gigantescas y un patio semicircular que contienen cerca de 2.000 depósitos llenos de los muebles y objetos procedentes de otros tantos desahucios y embargos. Es decir, el mobiliario entero de 2.000 casas u oficinas que han sufrido algún proceso judicial. El Ayuntamiento los custodia durante un tiempo, hasta que hay una resolución del juez que, en la mayoría de los casos, puede tardar años. Después, en un 90% de los casos, los objetos acaban en el vertedero. La ropa se regala a instituciones caritativas y los objetos de valor se subastan. Pero el almacén está siempre lleno, porque debe atender a los nuevos desahucios o expropiaciones que se suceden a velocidad de vértigo en la ciudad.

Allí hay apiladas, entre una colección inimaginable de objetos, cientos de bicicletas, decenas de máquinas tragaperras, infinidad de colchones, miles de cajas de cartón llenas de loza o vajilla, innumerables lámparas, muchísimos cuadros y juguetes, barras de bares, asadores de pollos, percheros, farolas, estatuas... El lunes pasado acababan de llegar los más modernos aparatos para hacer pesas procedentes de un gimnasio embargado de la calle Pensamiento... La Fura dels Baus, grupo teatral amigo de los grandes montajes, escogió hace años precisamente el almacén de la Villa para poner en marcha una de sus obras, atraído sin duda por su aspecto de descomunal desván. El concejal de Patrimonio, Antonio Moreno, del PP, ya sabe dónde enviará este gigantesco rastro cuando tenga que dejar libre el espacio: a unas naves municipales situadas en Vicálvaro. El último pleno municipal "descatalogó" las naves que conforman el viejo mercado de frutas y verduras. Esto es, le despojó de la protección que gozaba y que impedía una reforma en profundidad. A partir de entonces, las naves no sólo podrán ser reformadas. También, si los arquitectos municipales así lo desean, podrán ser derribadas. Todo depende de los usos concretos que el Ayuntamiento quiera darle al "Guggenheim madrileño", que, entre los 20.000 metros sobre los que se asienta el viejo mercado y los 30.000 en los que están construidas las naves del matadero, medirá cerca de 50.000 metros cuadrados. Urbanismo prometió en abril que en octubre convocaría un concurso para recabar ideas a arquitectos internacionales sobre el futuro de este espacio. Aún no se ha hecho.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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