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El choque entre Castro y Flores distancia más a Cuba y Centroamérica

Juan Jesús Aznárez

El violento e inédito choque sostenido por los presidentes de Cuba y El Salvador, Fidel Castro y Francisco Flores, respectivamente, durante la X Cumbre Iberoamericana, a propósito de una resolución contra el terrorismo de ETA, amplió la brecha entre Cuba y los países de América Central, nada proclives a la revolución. El enfrentamiento dialéctico entre Castro y Flores también certificó que la integración regional es un proceso frágil y sujeto a retrocesos.

Flores, que tomó la iniciativa de la resolución contra ETA, implicó a Castro en la muerte de miles de salvadoreños durante la guerra civil de su país (1980-1992), y el rifirrafe posterior fue cerrado por un oportuno chiste del presidente venezolano, Hugo Chávez.El gobernante isleño y su ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Roque, habían argumentado que la propuesta contra el terrorismo en España era excluyente porque no incluía la condena de la violencia en todas sus formas, y en concreto, la padecida por la revolución. Mencionaron a Luis Posada Carriles, detenido en Panamá el viernes con pasaporte salvadoreño, a quien Cuba endosa la preparación del asesinato de su líder durante la cumbre, clausurada la noche del sábado. Castro dijo que Posada había encontrado refugio en Centroamérica, en cuyos conflictos armados de décadas anteriores intervinieron Estados Unidos y la propia Cuba.El conservador Flores consideró intolerable que Castro, a quien responsabilizó de la muerte "de tantos salvadoreños" y de entrenar "a muchísimas personas para matar a salvadoreños", le acusara a él de estar involucrado en el caso de Posada Carriles. "Una cosa es", agregó, "que un terrorista, un delincuente, entre a un país, compre una célula en El Salvador (...) y otra cosa es que usted tome la palabra en este foro y acuse al Gobierno de El Salvador de estar protegiendo esos actos criminales. Eso es absolutamente intolerable, y especialmente viniendo de usted".Fue la primera vez en las diez ediciones de la Cumbre Iberoamericana, el foro abierto para conciliar criterios y políticas de gobierno, que se registraba un incidente tan serio. El revuelo fue inmediato en la sala de prensa, que seguía la refriega por circuito cerrado de televisión, y en el plenario. El presidente salvadoreño continuó: "Hemos tenido paciencia con usted, señor Castro. El año pasado, usted acusó a mi Gobierno...". "¿En qué consiste...?", reaccionó el presidente cubano. "Permítame, déjeme terminar", siguió Flores. "El año pasado, usted acusó a mi Gobierno de que estaba protegiendo un asesinato que se iba a perpetrar contra el señor Castro. Hemos tenido paciencia con sus declaraciones, pero lo que usted ha hecho hoy aquí es absolutamente intolerable. Jamás, jamás nos vamos a poner del lado del terrorismo".

El presidente de Uruguay, Jorge Batlle, quiso detener el enfrentamiento y propuso votar la declaración antiterrorista, finalmente aprobada por todos los países, excepto Cuba. "Yo he sido atacado y debo defenderme", pidió Castro. "Tiene derecho a defenderse después de que votemos", insistió Batlle. "No te he acusado a ti ", se impuso el presidente cubano. "Si tengo que acusarte, te acuso tranquilamente, aunque seas más poderoso que el jefe del Pentágono. Chávez medió proponiendo apostar a futuro, y el chiste de quien despotricaba contra el español conquistador y colonialista consiguió enfriar las emociones. "Pero eso ocurrió 500 años atrás", apuntó un tercero. "¡Ah!", respondió el inquisidor autóctono, "pero es que yo me enteré esta mañana". Rieron casi todos, incluidos el presidente del Gobierno español, José María Aznar, y el rey Juan Carlos, cuyas caras largas durante todas las intervenciones de Fidel Castro fueron elocuentes e ilustraron la nueva tensión bilateral.

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