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Tribuna
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Miércoles

Juan Cruz

Hoy es miércoles; fíjense bien, porque es el único día de la semana del que no se habla en los ascensores. En los ascensores se hace una crítica implacable del transcurso invariable de los días. El lunes se lleva los peores resultados: "Aquí, de lunes, y además perdió mi equipo". Los martes no se quedan detrás en la consideración pésima que la gente tiene del transcurrir laboral del tiempo; la segunda parte de la semana desata efluvios más positivos: según los usuarios del primer tramo de los pisos, el jueves es una ocasión propicia, porque anuncia la cercanía inmediata del fin del calvario; el viernes ya es un sábado mitigado y por tanto una jornada venturosa: "Aquí de viernes, encantado". Y del fin de semana sólo se habla para añorarlo después de deplorar que aparezca otra vez la semana con su sudorosa anticipación de fatigas. Pero el miércoles, ah, el miércoles es un día maldito del calendario, de él no habla nadie, es una jornada situada en la tierra de nadie que hay entre el reproche y la esperanza, está ahí, en la medianía, sin adjetivos, un huérfano del calendario. Enfrascado entre las aguas sucias del pasado y la esperada brillantez del porvenir que empieza el jueves, el miércoles es un día perplejo, solitario, el único día verdaderamente laboral de la semana. El escritor cubano Eliseo Alberto asegura, en el título de una novela suya, que la eternidad empieza un lunes, en el folklore iberoamericano hay rumorosas alabanzas de los lunes ("yo seré siempre lunes sin remedio") y hay canciones magníficas en las que el protagonismo del sábado indica claramente que es verdad que todo lo que es final parece el principio de la felicidad. Pero del miércoles no han dicho nada ni los cantantes italianos. El ascensor es el termómetro de la capacidad de conversación que tiene la gente que entra sin argumentos en los edificios; si en la segunda planta alguien ya pronunció algo sobre el lunes, el viernes o el martes, es que ahí se acabó la conversación, es mejor dejarla. Pero si un día alguien le pronuncia en el transcurso de los primeros pisos la palabra miércoles, preste atención, he ahí un existencialista, un hombre desengañado de conversaciones anteriores, una persona desesperada que por fin tiene una palabra a la que asirse. La palabra miércoles. Mírenla bien, porque nadie la va a decir en el día de hoy en la oficina.

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