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FÚTBOL: El gran clásico monopoliza la sexta jornada

El Mito

Javier Marías

La vieja fama de los españoles como gente algo anárquica y muy indvidualista, una de dos: o está por los suelos o fue siempre una patraña. Y si alguna vez predominó ese espíritu -es preferible pensar que sí- entonces ha sido villanamente sustituido por uno empresarial, corporativista, antiartístico y aun esclavista, si atendemos a algunos ejemplos notorios: a) un editor deja de publicar a un autor cuando le parece, y nadie lo culpa por ello, mientras que si es el autor quien cambia de sello, le lloverán improperios por muy risibles que sean, ya que se apoyarán en conceptos como "deslealtad" y "codicia", cosas en las que algunos editores gangsteriles están muy puestos, en contra de lo que afirmaba el culé Juan Cruz hace poco en este diario; b) un club de fútbol prescinde de un jugador cuando le viene en gana, a menudo tras humillarlo una o dos temporadas, pero si es el futbolista quien se marcha, también aquí aparecerán al instante las chistosas acusaciones de traición y avaricia. Los españoles actuales (y eso que la mayoría trabaja en empresas semidespóticas) no parecen ni preguntarse por qué se van a veces los ídolos de los equipos que los maltratan, ningunean o estafan.Cuando Laudrup visitó el Camp Nou vestido de blanco, hace cinco años, se encontró con pancartas lisonjeras: "Laudrup Judas", "Laudrup escoria", o -la de mejor gusto, ya que lo vinculaba a madridistas muertos en accidente- "Fernando Martín, Petrovic, Juanito: tú eres el siguiente". (No por nada son célebres las vísperas sicilianas y las venganzas catalanas). El pobre y educado danés se sintió tan afectado que no dio pie con bola aquella noche: es una desgracia ser noble cuando vienen mal dadas, y no está uno dispuesto a tirar de navaja ni ante los navajeros.

Ahora le toca a Figo, y en menor grado a Celades, cuyo presente vikingo está algo atemperado por su previo y fugaz paso por Vigo, como lo está asimismo el actual blaugrana de las camisetas de Alfonso y Dani, ya teñidas antes en Sevilla y en Mallorca, respectivamente. En cuanto a Luis Enrique, los madridistas no lo quisimos nunca, y su aterrizaje en el Barça sólo nos pareció lógico y saludable. Otro amigo culé, Eduardo Mendoza (me doy cuenta con preocupación y asombro de que la gente con la que más hablo de fútbol es barcelonista, como los mencionados o Juan Bonilla o Juan Villoro o la editora Carmen López), me contaba ayer mismo de la estupefacción que en sectores de su ciudad había producido mi reciente libro de artículos futbolísticos: muchos allí no se explicaban que alguien a quien no juzgaban enteramente odioso ni despreciable pudiera ser del Madrid, por madrileño que fuese. Si esto es así efectivamente, Figo -que, como Laudrup, no parece mal tipo ni bronco- puede seguir la senda nocturna del Laudrup blanco más que la del Schuster blanco, el alemán tenía peor genio y malas pulgas. Pero para nadie es fácil sentirse un apestado.

En lo estrictamente futbolístico, desde la última visita del Madrid al campo de Barça (la decimosexta o por ahí consecutiva sin que allí ganásemos), ha habido importantes novedades que nos dan esperanzas: la primera es que ni Roberto Carlos ni nadie tendrá que preocuparse de sujetar a Figo, en el peor de los casos anulado y neutro; la segunda, que por fin ha explotado un gran jugador de cantera, Guti, y ya he comentado en otras ocasiones que en los Madrid-Barça son más decisivos Guardiola, Raúl, Sergi o Casillas que hoy Rivaldo o ayer aquellos poco añorados chicos de cabeza apepinada, Anelka y Ronaldo; la tercera es que, tras la Octava Copa de Europa (segunda en los tres últimos años, y jugando regular tan sólo), es posible que el Real Madrid se siga enfrentando a Más Que Un Club, cosa que inhibe un poco; pero ahora Más Que Un club, a su vez, se enfrenta a un mito. A El Mito. Y eso, me temo, debe de inhibir más todavía. Que así sea.

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