Más dinamita que juego

Empecinado en jugar cada encuentro como si fuera un partido de tenis, el Madrid corre más riesgos de los necesarios. Tiene más pegada que la mayoría, pero exponerse a un intercambio de golpes es girar la ruleta a ciegas. Cierto que de alguna forma la séptima y la octava llegaron por la misma vía, aunque no deja de ser un capricho regalar media noche al contrario para luego encender la mecha. Pero este Madrid es pura dinamita. Tiene tantos recursos ofensivos que hasta sin sus mejores puñales -Morientes y Raúl- le sobra pólvora. Si cojean sus puntas, Roberto Carlos enciende el cañón; Guti barre el área con sabiduría; o Munitis se come la red.Los partidos europeos del Madrid parecen fotocopiados. El rival se empacha frente a su portería, asaltada más de la cuenta por la tozudez de un equipo con una irritante inclinación a partirse por el eje. Como nadie toma el mando, como no parece existir partitura alguna, el enemigo, que habitualmente se siente inferior, agradece un paseo en la noria. Lo hizo el Leverkusen, que se dio más alegrías de las previstas en el guión. El Madrid, incapaz de imponer sus galones, jamás pudo marcar la pauta. Sin la pelota, el equipo de Del Bosque retrocedió en exceso, hasta incrustar a Helguera -ayer mediocentro- como un ancla entre los centrales. Como a Flavio le faltan galones y sentido táctico del juego, el Madrid quedó desnudo. Cuando pudo atrapar el balón, al equipo madridista le pudo el vértigo. Un exceso de velocidad que le restó precisión.

Por falta de temple, el Madrid se sintió atosigado, porque si algo distingue al fútbol alemán es su empeño. Hoy día no tiene otra cosa, pese a que el Leverkusen puso en la pasarela a Ballack, un futbolista que supera con creces la nota media de la Bundesliga. Fruto del sudor propio y cierta displicencia visitante, el Bayer inclinó el choque de su lado con dos goles originados por dos rechaces defensivos de los españoles, que desatendieron la prolongación de ambas jugadas. Dos tantos que emparedaron el zapatazo de Roberto Carlos.

Los azotes alemanes enrabietaron a los blancos. Tras el descanso adelantaron filas, apretaron los dientes y exprimieron toda su artillería. Atributos suficientes para tragarse a los alemanes, boquiabiertos ante el castigo brutal al que le sometió el Madrid en apenas veinte minutos. Un asalto en el que Roberto Carlos pasó por encima de todos los alemanes. Con saña, les atropelló por su banda una y otra vez, mientras Guti dejó otra huella extraordinaria. Del Bosque le sabe guiar y el chico tiene mucho, pero mucho talento. Argumentos que llegaron a tiempo para conceder a los blancos su primera victoria en Alemania tras quince visitas. De nuevo tanto riesgo mereció la pena. Cosas de este Madrid.