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Armstrong salió del paraíso

En Estados Unidos ser ciclista es una elección, no una necesidad

Carlos Arribas

El ciclismo es, en Estados Unidos, un deporte de culto. La moda europea. Allí, en la gran potencia mundial de todo lo que se quiera, arte, comercio, industria, deporte, ser ciclista es una elección, no una necesidad. Greg LeMond, californiano, se hizo ciclista en Francia, guiado por su admiración a las carreras europeas, a la París-Roubaix y a otros mitos que le desvelaban las noches de invierno. Lance Armstrong fue triatleta antes que ciclista y sólo al descubrir el Tour de Francia, después de convertirse en 1993 en el campeón mundial más joven de la historia, fue capaz de dar un enfoque puramente profesional a su carrera.Regresan los americanos del Tour guiados por Lance Armstrong, ganador los dos últimos años, o, hace una década, conducidos por Greg LeMond, triple ganador (1986, 1989, 1990), o hasta por Hampsten (Giro del 88), y los aficionados viven su particular fiebre amarilla. El Alpe d'Huez, el Tourmalet o hasta cualquier pueblo de Bretaña en el que el Tour haya hecho etapa, son nombres exóticos repentinamente cargados de historia, cultura, tradición. El Tour es Europa. Armstrong va al programa de Jay Leno, es portada en el Sports Illustrated, toca la campana en Wall Street y permite que el alcalde de Nueva York declare al miércoles 26 de julio The Lance Armstrong's Day. En efecto, puro folclore. Semanas que aprovechará el ciclista americano para promocionar más el libro en que narra cómo venció al cáncer, cómo ganó el Tour. Días y modas que se olvidarán cuando llegue lo verdaderamente importante, el béisbol, la NBA o los Juegos Olímpicos.

"En Estados Unidos vale más un oro olímpico que todos los Tours", dice Armstrong. Para Nike, Armstrong será su gran estrella, su prevista medalla en Sydney será su punto de lanzamiento masivo en Estados Unidos. Cuestión de cultura deportiva. Aparentemente casa mal el ambiente ciclístico europeo, un deporte nacido antes como trabajo que como diversión, un deporte de la clase obrera, con el gran vivero deportivo estadounidense, las universidades.

Exceptuando al US Postal, el equipo de Lance Armstrong, patrocinado por el servicio de correos federal, y, ligeramente, al Mercury, no se puede considerar que los equipos estadounidenses sean verdaderas estructuras profesionales, tal como se entienden en Europa. Ambos equipos, como anteriormente el Motorola, o antes aún, el Seven Eleven de Andrew Hampsten y Raúl Alcalá, son más el fruto del fervor, la afición y la tenacidad de sus agentes que consecuencia necesaria de la lógica deportiva estadounidense. Tampoco su calendario de carreras, fracasado el gran intento europeo que fue el Tour DuPont (prueba por etapas en la Costa Este), no es más que una continuidad de criteriums urbanos todos los fines de semana, celebrados, con preferencia, en los gigantescos aparcamientos de los malls, los centros comerciales estadounidenses.

Y, sin embargo, pese a lo que parecer pueda, Lance Armstrong no ha salido de la nada. Antes al contrario: Estados Unidos es el paraíso ciclista. Todo es fruto de la riqueza.

En Estados Unidos el ciclismo es industria. Cannondale, la famosa marca de las bicicletas rojas del Saeco, está conquistando Europa. Hace unos años, el Motorola se hizo gran equipo usando bicicletas europeas, las Eddy Merckx; el US Postal, no: Armstrong cabalga sobre acero americano, bicicletas Trek.

Estados Unidos es tecnología. El manillar de triatleta, introducido en sociedad por LeMond en los Campos Elíseos, en 1989, es quizás la mayor innovación que ha conocido la bicicleta en el último medio siglo, desde la invención del cambio automático. El manillar, claro, es una invención norteamericana.

Jonathan Vaughters o Chann McRae, respetados corredores actualmente del Crédit Agricole y del Mapei, firmaron su primer contrato profesional con el modestísimo Santa Clara español hace varios años. Pero antes, al igual que Fred Rodríguez, el californiano de origen colombiano que es el actual campeón estadounidense, o Tyler Hamilton, el mejor gregario de Armstrong, pasaron por una de las mejores factorías ciclistas del mundo, la Universidad de Colorado. Trabajaron en su velódromo. Siguieron las enseñanzas de los grandes popes de la preparación científica, aprendieron de la mano de Ed Burke, que también, claro, es estadounidense.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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