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Orgullo 'gay'

El sábado se celebró en Madrid la XIII Marcha del Orgullo Gay. Asistieron casi 100.000 personas. Me sorprendió que precisamente este periódico no lo cubriera en la sección local; hasta los diarios más conservadores lo hicieron. Me temo que se considerará políticamente incorrecto hacer esta observación desde aquí, pero me veo obligada a transmitir la gran cantidad de comentarios que me han llegado al respecto. Yo estuve allí y, aparte de mi orgullo particular, fui testigo de un acontecimiento público (político) masivo que llenaba de orgullo a nuestra ciudad y que debiera enorgullecer a todos los medios de comunicación que han luchado y luchan por la libertad.El orgullo gay tiene poco que ver con ser homosexual, heterosexual o transexual. El orgullo gay tiene que ver con un punto de vista sobre el mundo, algunas de cuyas injusticias ya debieran estar superadas, injusticias muy primarias que agreden a la esencia del ser humano como agredía la esclavitud a muchos espíritus libres, justos, racionales y sensibles cuya piel no era negra. Dentro de los colectivos de reivindicación gay, que luchan para que homosexuales, lesbianas y transexuales tengan los mismos derechos que los heterosexuales (y a mí, de verdad, me parece mentira tener que estar hablando de esto), hay también discusiones de forma. Rosa Que Te Quiero Rosa, por ejemplo, es un colectivo de universitarios gay madrileños que rechaza el concepto de "orgullo" argumentando que no creen que "nadie pueda estar orgulloso de ser heterosexual y, por tanto, tampoco de ser homosexual". Muy sensato, pero no estoy de acuerdo.

Para empezar, porque lo que se está discutiendo es una cuestión de amor, sentimiento que a todos llena alguna vez de orgullo: yo siempre me he sentido orgullosa de mis amores, fueran hombres o mujeres. Si la sociedad se opone al amor (¡qué contradicción, en una civilización que se sustenta en los milenarios pilares de esas cuatro letras!), me llena de orgullo la valentía y el buen gusto de los que lo defienden. Y, por cierto, los heterosexuales sí se sienten orgullosos de su amor, a quien pasean de la mano por la calle, presentan a la familia, legan sus bienes. Al margen de la opinión que nos merezca el matrimonio, no me negarán que una boda es una pública manifestación de orgullo heterosexual, así como un contrato social a cuyas ventajas, si hubiere, todos merecen tener derecho.

Sentir orgullo gay, pues, significa identificarse con un sistema de pensamiento y de vida en el que priman la libertad y el respeto, un planteamiento social más culto que el imperante porque incluye la diversidad, es decir, es más rico, más bondadoso y más divertido. El sábado vi a algunos políticos (en su mayoría políticas, por cierto) portando nuestra pancarta, pero a ellos (ellas) ya los enfocaron bastante las cámaras, como siempre, así que yo quiero resaltar el orgullo gay (intelectual) que me producía ver a los musculados con plumillas de la carroza del Sundance, a los leathers de cueros y cadenas del Eagle o a los modernillos alternativos del Mercado de Fuencarral. Me da igual si me identifico o no con su estética porque sí me identifico con la ética de su libertad. Y me sentí orgullosa de que tanta gente siga aún queriendo un mundo mejor, este mundo que tantas veces nos desanima. Y me sentí orgullosa de Pedro Zerolo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas y Gay, un abogado que ha puesto en peligro su trayectoria profesional (¿qué falta le hacía, en esta sociedad hipócrita?) por insistir en la verdad.

Una persona con inclinaciones heterosexuales me comentó que estaba emocionada y se preguntaba cómo se sentirían ante aquella alegre y revolucionaria magnitud algunos homosexuales mayores. Al llegar a la confluencia entre Alcalá y Gran Vía pudimos comprobarlo: dos señores de unos setenta años observaban nuestro paso con un brillo en los ojos detrás del que podía intuirse mucho sufrimiento, mucho coraje y, desde luego, mucho, mucho orgullo por lo que su larga vida había alcanzado a dejarles ver. Me remito a un reciente artículo del escritor Antonio Muñoz Molina para entender la emoción de tantos homosexuales víctimas del fascismo. Estoy segura de que Muñoz Molina, de cuyas inclinaciones homosexuales no tengo la más mínima noticia, habrá sentido el otro día, como toda persona inteligente, auténtico orgullo gay.

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