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Tribuna:EUROCOPA 2000LA OTRA MIRADA
Tribuna
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Esperanzas de bajo tono

Nunca antes, como en esta edición, se había esperado tan pasivamente una Eurocopa. Más que llegar a través de una expectativa activa, el campeonato tiene lugar como por la inercia del tiempo y empujado por la fatalidad del calendario oficial. Ahora, sin mucho ánimo, fuera de temporada, el aficionado se ve convocado a recomponer su perdida disposición y a prestarse como un manso a ver partidos adicionales. Más que la satisfacción de una ansiedad las emisiones televisadas, a fuerza de ser abundantes, se han convertido casi en una tarea a la que deben dedicarse ratos libres, cálculos, raciones extras de pasión. ¿La selección española? ¿Quién compone ahora la selección? ¿Dónde están hospedados? ¿Qué alienación prevalece? El esfuerzo suplementario que requiere incorporarse a la actualidad nos sorprende con el vigor ampliamente desgastado por los últimos acontecimientos de la Liga y la Champions. Nunca como antes la selección había sido quizás tan briosa ni había contado con un entrenador más recio, pero el caso es que nos citan en un momento bajo, cuando el aliento se ha ido desfogando en los numerosos encuentros y desencuentros que fueron terminando en las semanas atrás.La condición de esta flacidez puede valer, sin embargo, para algo: para contemplar los partidos con inédita objetividad, como separados del campo por una lente de sosiego que permita juzgar con mayor precisión lo que somos y merecemos. Hasta ahora, la selección sólo ha hecho que confundirnos con sus insolentes decepciones clave. ¿Contamos, pues, con un conjunto de valor pero sin suerte? ¿Con un equipo de mérito pero acomplejado? ¿Con un once sin furor nacional? El cansancio y la molicie en las que nos ha colocado esta abusiva prolongación del fútbol 1999-2.000, puede propiciar la oportunidad de sopesar con mayor justeza la calidad de nuestros colores. ¿Colores pálidos? ¿Colores sin altura? ¿Tonos para andar por casa? Haber empatado con Suecia y haber logrado apenas un gol a cero contra Luxemburgo hace temer que la simple proximidad de una fase final en un campeonato nos acobarda y nos reduce. ¿Favoritos en la Eurocopa? Más bien España, a partir de sus precedentes en tales lances, parte como un sabroso bocado al alcance de sus otros rivales de grupo. Pero ahora lo sabemos: con la cabeza, con el corazón o con el desmadejamiento en que nos hallamos. Sólo si España gana hoy cobraremos tono. Si pierde, no será extraño que, en adelante, la zapeemos con el Gran Hermano.

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