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Reportaje:PESADILLAS URBANASBASURAS CANINAS

Mirar dónde se ponen los pies

En Madrid hay unos 80.000 oerros que llenan las calles de excrementos a pesar de las medidas municipales.

Todos los perros son buenos. Todos los perros son limpios. Ninguno se caga donde no debe. Todos los dueños de los perros recogen sus basuras y tienen muy educaditos a sus animales. Así que las mierdas en las aceras deben de ser alucinaciones o producto de esos 5.390 perros vagabundos, perros golfos, malasangres consentidos, que los servicios de la Comunidad de Madrid retiró el pasado año de las calles. Los perros con hogar, si es verdad lo que dicen los dueños, no se cagan en la calle.Los chuchos dejan la calle que es una vergüenza. Se lo hacen en cualquier sitio. Los niños juegan entre excrementos. Y los viejos se resbalan y se caen por culpa de las "plastas" de los "putos perros". A los dueños habría que obligarles a recogerlo con... -no lo digamos-. Los residuos de los animales son, según quien no tiene perro, un peligro público, una canallada, un escándalo, por lo menos. Será que en realidad todo depende. Y, desde luego, no de los animales.

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-Para tener un perro hay que saber tenerlo.

Lo dice Salvador, de 42 años, dueño de uno. Y de un restaurante gallego.

-A mí, más que a nadie, me interesa que la calle esté limpia. Por aquí pasa la motocaca y deja la acera bastante bien. Ya ve usted.

Las motocacas empezaron a funcionar en 1995. Fue todo un espectáculo. La gente se paraba para ver a los barrenderos con aquellos arti-lugios casi cósmicos. Cosa de ver esa trompa que, como por arte de birlibirloque, hacía desaparecer las heces caninas. Para el año 2000 están previstas 84 máquinas, entre motos verdes y barredoras aspiradoras.

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Pero, si uno se fija -y conviene hacerlo- en lo que pisa, se puede apreciar que no es suficiente. Ni las máquinas y sus bolsas, ni las motos. Y que conste que se hacen kilómetros. Que, sin ir mas lejos, el año pasado las 18 motos que hay ahora se recorrieron 145.000 kilómetros, casi la mitad de la distancia que hay de la Tierra a la Luna.

Mañanita azul. Huele a churros y a primavera. Gritos de niño. Jovino Bueno, cachaba nudosa, gorrilla de visera bien calada, deja descansar sus 74 años en el banco, al amor de este solecito de mayo. Mira de reojo.

-¿Y qué me va a parecer lo de la limpieza de las calles? Pues bien, a ver...

-Ya. Si lo que quiero saber es qué opina usted de lo de las cacas de los perros que ensucian las aceras.

-Pues eso... Que está mal. Pero las calles yo creo que ahora incluso están más limpias, ¿no le parece?

Al lado de Jovino hay una máquina de bolsas para recoger excrementos caninos. Alrededor del artilugio se desparraman montoncitos de origen perruno.

-Yo tuve un perro...

-¡Ah!

-Pero en el pueblo...

Se queda callado un momento.

-Es que los perros hay que tenerlos en el pueblo.

-¿Pero usted no es de aquí?

-Llevo aquí más de cincuenta años. Pero yo soy de pueblo; como todos. Y allí tenía un perro. Yo trabajaba en una fábrica de patatas fritas. Y antes trabajé de albañil.

Las bolsas para excrementos caninos se llaman Sanecan. Todo un hallazgo. El año pasado se distribuyeron 14 millones de bolsas, que se dice pronto. Y para este año está previsto que se llegue a los 27 millones.

Lo que pasa es que o se emplean para otras cosas o es que no hay suficientes. Porque Toñi González, de 44 años, casada, con dos hijos, baja su perro a un parque que tiene al lado de su vivienda para que el animal se alivie.

-Y no encuentro ninguna papelera, ni una de esas cajas con bolsas. Así que ¿qué quiere usted?: el perro lo hace en los matorrales.

Cajas de ésas para las bolsas. Esas bolsas en las que se mete la mano, se coge el excremento, se da la vuelta a la bolsa, se ata y se echa otra vez a la caja. De ésas no hay más de 700, es verdad. Bueno, 718, para que el diablo no se ría de la mentira. Este año habrá 1.700, aseguran en el Ayuntamiento. Pero en una ciudad en la que hay más de 80.000 perros censados, perros con los papeles en regla, no parecen muchas. Además, están colocadas en sitios muy concretos, mientras hay zonas y barrios dejados de la mano del Ayuntamiento.

Toñi dice que a ella no le gusta que su perro ensucie el parque. Dice que es un parque, el Tierno Galván, que está muy abandonado, que tiene los paseos llenos de cacas, que no hay papeleras. Y que, al final, es un problema de educación.

Su amiga Carmen tuvo un samoyedo.

-Yo le eduqué para que lo hiciera en un periódico, en casa. Y el animalito se acostumbró y no era capaz de hacerlo en otro sitio.

Educar al perro y educar al amo. El Ayuntamiento dedica cursos a concienciar al ciudadano sobre la limpieza de las calles. Pero la gente pasa de estas cosas. En 1999 han acudido a este tipo de campañas sólo 26.000 madrileños. Nada.

Toñi llevó a su perro a una escuela canina. Y total, le enseñaron a no subirse al sofá, a no morder las cortinas, a no atacar a los niños. Pero dice Salvador que hay que insistir. Que él cada vez ve más gente con su bolsa y su perro. Que hay zonas que han pasado de auténticos vertederos a ejemplos de limpieza.

-Una persona saca a pasear su perro y ve a un vecino que recoge los excrementos y, aunque sólo sea para no quedar mal, él también lo hace.

La plaza de la Paja, dicen los vecinos, ha sido una de esas zonas que han ido mejorando.

Aurora Morán va andando despacito. Lleva una bolsa de red con la compra y se apoya en un reluciente bastón. Sube, entre ahogos, sus ochenta años calle arriba.

-Lo malo de esto no es que te manches, que malo es; lo peor es que te resbalas. Y para mí una caída...

Aurora dice que tendrían que ser los dueños los que recogieran los excrementos.

-Los dueños, hijo, los dueños. Porque los perros, qué van a hacer los pobres...

Ella ve más limpia la calle. Ha habido tiempos en los que no se podía lo que se dice ni dar un paso.

-Ahora, desde Tierno, está mucho mejor. Pero es que hay muchos perritos.

En Madrid, según dice Isabel Carpio, jefa del servicio de Ganadería y Protección Animal, hay algo más de 80.000 perros. Y en cada uno de ellos, en eliminar la suciedad que producen, el Ayuntamiento se gasta 7.500 pesetas de media.

No se utilizan las bolsas. Lo asegura un barrendero.

-No ponga mi nombre, a ver si vamos a liarla... Yo no sé para qué quieren esas bolsas. Pero la gente se las lleva. Y ya ve usted cómo está todo.

Tampoco es una solución el terreno acotado para los chuchos. En el Retiro hay como 7.000 metros cuadrados de lo que llaman áreas caninas. Y el espectáculo no es muy agradable en esas zonas que el acervo popular llama el cagódromo perruno.

En fin, que por una mierda de los perros se discute y se pierden amistades y hasta se puede llegar a las manos. El joven Jorge Blázquez vio, asombrado, cómo una chica paseaba su perrito y cómo el perrito defecaba justo en la puerta del local donde trabaja.

-Y ella era bien guapa, no crea. Le dije: "¿Lo recogerá usted luego, ¿no?". Y ella me contestó: "Otros lo hacen en mi portal y tampoco lo quitan". Así que la llamé guarra. Es lo mínimo... Si te pones a discutir, no paras.

Y lo que él dice:

-Animalitos. Pero animalitos los dueños, ¡eh! Los dueños. No los perros.

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