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"No somos vagos"

Algunas de las 42 familias rumanas que viven desde hace nueve meses en el campamento de San Roque (Fuencarral) se enfadaron ayer bastante al conocer por este periódico que el alcalde de Madrid les había acusado de llegar a la capital para situarse en la marginación: "Nosotros hemos venido aquí en busca de una vida nueva y mejor. Aquí vivimos; en Rumania, no. Aquí tenemos algo en que ocuparnos, y en nuestro país, no; aquí nuestros hijos van a la escuela", relataba Mónika, una mujer de 27 años y con tres hijos, de cuatro, seis y ocho. "¿Vagos? No somos vagos. Tenemos que trabajar para dar de comer a nuestros hijos. Nadie nos puede decir que no trabajamos", explicaba Iovanovi, de 33 años. "Hoy porque es fiesta, pero todos los días nos vamos pronto a recoger los periódicos y venderlos en las calles y semáforos. Estamos los hombres, y las mujeres mientras cuidan de todos nuestros hijos. Cuando venimos, de noche, tenemos que ir a comprar comida", explicaba ayer por la tarde el malhumorado vecino de San Roque.

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Sabina, de 26 años y madre de dos pequeños, cuenta que su marido gana al día entre 2.000 y 3.000 pesetas con la venta de los periódicos. "Mi esposo ha trabajado limpiando coches y en obras, pero sin papeles. Trabajaba todo el día. Un día uno de los hijos se puso malo y no le dieron permiso y tuvo que dejar el trabajo, luego le dijeron que no podía volver", aseguró con tristeza la mujer.

Los moradores de San Roque están encantados con su dedicación a la venta de La Farola. Aseguran que así no tienen un horario fijo. "Los niños se ponen muchas veces malos y hay que ir a recogerlos, por eso es bueno vender periódicos", comentaba otra mujer.

Algunos hombres también se quejan porque nadie les quiere dar empleo. "Nos tenemos que dedicar a recoger chatarra y periódicos porque no tenemos otra cosa. No somos ladrones, sólo queremos trabajo", suplicaba otro de los hombres que prefirió no dar su nombre.

Este periódico les recordó que el pasado sábado la policía detuvo a dos mujeres a las que sorprendió mendigando en la calle con sus dos hijas, de dos años y 18 meses. La respuesta de las mujeres fue contundente: "Estamos aquí, pero sabemos que no podemos pedir con los niños, nos han dicho que eso no se puede hacer. Además, los niños se ponen muy malitos todo el día fuera de casa, y ahora con el sol su situación se agrava".

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