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La Guardia Civil desarticula un clan dedicado al tráfico de hachís en Cádiz

Del peligroso clan de Antón cayeron todos, menos Antón, un tipo que se paseaba por Barbate con un león, conducía un Mercedes sin carné y tiraba de un fajo de billetes para pagar en los bares. Lo cual no quita para decir que la última operación antidroga de la Guardia Civil, denominada Espejo, haya resultado un éxito. Los agentes venían siguiendo, desde enero de 1999, los pasos de una red de trafico de hachís y blanqueo de dinero que operaba en Barbate (Cádiz), según la Guardia Civil. Hace sólo unas horas, tanto trabajo dio resultado: 18 personas detenidas y 1.500 kilos de hachís aprehendidos, además de los 23 vehículos que utilizaban los delincuentes.El subdelegado del Gobierno en Cádiz, Miguel Osuna, informó ayer de que esta red podía desembarcar en la costa gaditana entre 30.000 y 40.000 kilos de hachís al año y que el material incautado supera los 90 millones de pesetas, sin incluir el alijo de 1.500 kilogramos de hachís. La noche del pasado 3 de marzo, los guardias interceptaron una zódiac con un cargamento de 52 bultos que contenían 1.500 kilos de hachís, que iban a desembarcarse en la playa Pista Nueva de Barbate.

Fueron detenidas siete personas, algunas de las cuales se habían ocultado en unos matorrales. Días después, en la segunda fase de la operación, la Guardia Civil efectuó dos registros en Barbate, uno de ellos en el domicilio del supuesto cabecilla de la red. En estos registros la Guardia Civil intervino numerosa documentación relacionada con las actividades de la organización, dinero en metálico, joyas valoradas en cuatro millones de pesetas, electrodomésticos, un rifle, tres carabinas de aire comprimido, seis sables tipo samurai y siete vehículos.

Luego se inmovilizaron dos cuentas bancarias con un saldo de unos 13 millones y fueron detenidos A. V. C., alias Antón Viejo, encargado de atender a los compradores de droga, su hijo A. V. G., de 24 años, y J. L. V. G., de 19, considerado el segundo jefe de la red. Sin embargo, el cabecilla, Antón V. G., logró escabullirse. Antes de huir, solía fanfarronear: "A mí no me cogerán". La Guardia Civil piensa de distinta forma: "Ya caerá".

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