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Feliciano

La fotografía con la que han anunciado estos días desde el Colegio Mayor San Pablo de Madrid el homenaje de anoche a Feliciano Fidalgo le hace justicia al periodista que durante muchos años dio cada minuto, cada segundo, de su vida por esta profesión. En esa foto aparece Feliciano sentado ante la pantalla de un ordenador, vestido con su chaqueta de color claro, con sus ojos bien abiertos y risueños, en medio de la Redacción del periódico, de este periódico. Era su sitio, era su mundo, y la ilusión de ese rostro no se nos puede borrar nunca, nunca se borrará. Murió hace cuatro meses, a una edad indefinida, después de una enfermedad larga contra la que luchó asombrando a todos los que tenía alrededor. La noche en que finalmente entregó la vida había hecho planes para celebrar no sé cuántas cosas con sus amigos del alma, reservó vinos y lugares y animó a los que tenía cerca como si él fuera a seguir vigilando, y acrecentando, su felicidad. Quiso ser actor, y dramaturgo, y era poeta: enviaba versos apasionados a las mujeres de las que enseguida se enamoraba, compraba flores y las repartía para llenar las casas de color, y fue tan generoso con su entusiasmo que uno no tenía más remedio que imaginarse la melancolía final de cada jornada, cuando ese desbordamiento humano se quedara solo ante el espejo del día siguiente. Nunca, sin embargo, se le vio desfallecer, aunque alguna vez, cuando la enfermedad le cruzó veloz el rostro -"este maldito cuerpo"-, maldijo el mundo al menos por un instante. Estaba enamorado de la vida, y fue todas esas cosas que quedan descritas, pero fue sobre todo un periodista: ahora se aplica ese término, periodista, con algunos garabatos más: periodista de raza, periodista como la copa de un pino... Pero Feliciano Fidalgo era un periodista, y nada más: en este periódico hizo de todo, y nos dio, puertas adentro, toda la doctrina posible, pues era autocrítico y crítico, y nunca cejó en su deseo de la calidad ajena y en la exigencia de su propio rigor. Pero era también libertario, un inventor de nuevas fórmulas para contarle a la gente lo que a la gente le pasa. Aquí, en esta página, durante años, hizo todas las preguntas que nadie se atrevió a preguntar antes, y dejó una escuela de ternura y de asombro, que eran los materiales de sus sueños. En esa foto está retratado así, un hombre tierno y asombrado que sigue cumpliendo la edad de los adolescentes.

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