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Tribuna:Elecciones 2000
Tribuna
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Contra toda expectativa EMILIO LAMO DE ESPINOSA

Emilio Lamo de Espinosa

El 23 de diciembre pasado, y al tiempo que anunciaba la convocatoria de elecciones, Aznar declaraba desde Bruselas que había cumplido los cuatro objetivos que se trazó para esta legislatura: normalización de la vida política, entrada de España en el euro, reducción del paro y mejora de la situación en el frente terrorista. Dejemos para otra ocasión comentar por qué los políticos tienen que ser tan autolaudatorios. Lo que importa hoy es que la valoración que entonces hacía el presidente, los españoles la han estimado correcta otorgándole una amplia mayoría absoluta.Es indudable que el PP ha sabido aprovechar la bonanza económica para sacarle partido electoral y hacerse perdonar sus errores políticos. Tras el paréntesis de 1996-97, periodo en el que gobernó con equilibrio, se embarcó en la guerra de los medios, en la que sigue, frenada sólo por el control a distancia de Bruselas. No obstante, el giro al centro en el XII Congreso de enero de 1999 no ha sido en balde y el PSOE no ha podido sacar al doberman a pasear. Aznar acertó también al negarse a adelantar las elecciones, pues incluso la ruptura de la tregua de ETA le ha sido beneficiosa, permitiéndole alejarse del PNV y presentarse como el más firme partido constitucional. Así, los sondeos preelectorales mostraban unas excelentes expectativas políticas y económicas y el ascenso sólido de la imagen de José María Aznar superando a Felipe González y augurando este sólido triunfo.

Que sólo podía ocurrir contra toda expectativa. Es cada vez más evidente que lo inesperado emerge con frecuencia como profecía que se autoniega. Los sondeos de 1996, que le daban al PP una amplia mayoría absoluta, movilizaron al electorado de izquierda desmovilizando a la derecha con el resultado conocido. A lo largo de la pasada semana, ocurrió lo contrario. Hay razones para sospechar que los sondeos, escaldados por el fallo de hace cuatro años, minimizaron la ventaja del PP, y es sobre esa expectativa sobre la que ayer se ha movilizado la derecha y desmovilizado la izquierda. El PP ha jugado bien sus cartas sabiendo que sólo podía obtener la mayoría absoluta contra los sondeos, y lo ha hecho ampliamente ganando nada menos que 26 escaños y casi 1,5 millones de votos.

El socialismo, por su parte, no ha acabado de madurar, ha reaccionado tarde, y tiene aun pendiente una verdadera renovación. Sin duda, Joaquín Almunia ha puesto en orden la jaula de grillos que dejó González, le ha dado impulso y dirección y es hoy un partido presentable. Pero el liderazgo de Almunia se ha hecho ver sólo en la campaña y su principal decisión, la alianza con IU, se quedó corta y se hizo demasiado pronto, de modo que ha servido más para movilizar al electorado del PP que al del PSOE. Frente al "viene la derecha" de 1996, parece haber funcionado más el "vienen los comunistas".

Efectivamente, la alianza con la izquierda ha funcionado al contrario de lo esperado por el PSOE de modo que, a pesar de que el censo ha crecido en más de 1,5 millones de personas, ha habido casi 1,4 millones de electores menos, baja participación que es sin duda la causa principal de la derrota del PSOE e IU. Si éstos sacaron más de doce millones de votos hace cuatro años, ayer obtuvieron poco menos de diez perdiendo nada menos que 16 y 13 diputados respectivamente. Ni se ha frenado la caída de IU ni ha habido voto útil. Al contrario, el centro se ha ido con la derecha, y de tal modo que le ha sacado más de dos millones de votos y contará con 209 escaños mientras aquélla tiene 141. El otro gran perdedor, así pues, es Pujol quien lleva gobernando por vía indirecta desde 1993 y cuyos votos se hacen innecesarios, lo que abre interesantes expectativas en Cataluña.

Y finalmente, el avispero vasco, que se mueve con ritmo perezoso. La abstención allí ha crecido cinco puntos, dos menos que en España, lo que es un fracaso de HB y de lo que se ha beneficiado el PNV, que gana los dos escaños que pierde HB. Y como Dios escribe derecho con renglones torcidos, ese triunfo pírrico del PNV puede permitirle reconocer sus pasadas derrotas en Estella y reorientar la deriva insensata en la que lo embarcaron Arzalluz y Egibar. Pues, en todo caso, han ganado de nuevo los partidos constitucionalistas.

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