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El problema Anelka

Santiago Segurola

El efecto de la victoria del Madrid sobre el Barça ha sido el mismo que el derivado del duelo de la primera vuelta en el Camp Nou. En aquella ocasión, el Madrid empató a dos goles con una alineación que incluía a tres delanteros -Raúl, Morientes y Anelka- y a Savio obligado a cumplir con las funciones de centrocampista. Obligación de cumplimiento muy improbable, porque la naturaleza es más selectiva que las órdenes de los entrenadores. Aquel celebradísimo 4-2-4 del Camp Nou tuvo un carácter efímero. Una semana después, el Madrid concedió al Oviedo un empate en Chamartín, entre el abucheo de la gente contra un equipo roto.La victoria del Madrid sobre el Barça no autoriza a pensar en el equipo como un ejemplo de equilibrio. Todo lo contrario. La inclusión de Anelka junto a Raúl y Morientes tiene consecuencias indeseables sobre Guti, incomodísimo en la banda izquierda. Desplazado de su posición natural como volante de ataque, Guti ha perdido su condición de jugador decisivo para convertirse en un problema. La devaluación de Guti sólo podría admitirse si hay una contrapartida que favorezca la eficacia del equipo. Es decir, si la aportación de Anelka junto a Raúl y Morientes supera la quiebra del medio campo.

El partido frente al Bayern demostró dos cosas: 1) que el Madrid concede una gran ventaja a sus rivales cuando junta tres delanteros y desprotege el medio campo, y 2) que Anelka no ha acreditado mérito alguno para merecer un tratamiento que pone en peligro el correcto funcionamiento del equipo.

La actuación del delantero francés frente al Bayern fue deplorable. Lejos de justificar el apoyo que recibió de Vicente del Bosque, Anelka destacó por su desidia, por su desinterés en colaborar con el equipo y por unos cuantos errores conceptuales que la desacreditan como delantero centro. Por lo que se refiere al despliegue físico, el jugador francés se movió como un anciano. Nunca ayudó en la presión, jamás se le ocurrió socorrer a Raúl -cuyo desgaste fue brutal- y de ninguna manera contribuyó a compensar la situación de un equipo que pretendía encontrar en el ataque lo que entregaba por sus deficiencias defensivas. En un encuentro abundantísimo en tiros, Anelka quedó inédito en el capítulo rematador. Un defensa del Bayern interceptó su único disparo.

Frente a la hiperactividad de Raúl, cuyos desmarques provocaron el caos en la defensa alemana, o el conocido oficio de Morientes en el área, Anelka fracasó en todos los aspectos. Ni una sola vez consiguió abrir brecha en la defensa alemana para recibir. Ni tan siquiera lo intentó, no al menos con los mínimos recursos que se esperan de cualquier delantero. No pareció, ni de lejos, el jugador adecuado para conseguir que su sola presencia obligue a modificar el sistema del Madrid. Pareció lo de tantas otras veces: un cuerpo extraño dentro de un equipo que rechaza la fórmula de Anelka como tercer delantero.

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