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FÚTBOL 20ª jornada de Liga

Real y Sevilla justifican su mala posición

REAL SOCIEDAD 1 SEVILLA 1Real Sociedad: Alberto; Rekarte, Loren, Pikabea, Aranzabal; Aranburu, Guerrero, Khokhlov, Sa Pinto; Llorente (Aldeondo, m. 50) y Bonilla (De Paula, m. 72).

Sevilla: Valencia; Héctor, Quevedo, Hibic, Nando, Prieto; Francisco, Tsartas (Víctor, m. 85), Marchena; Jesuli (Otero, m. 93) y Zalayeta.

Goles: 0-1. M.25. Tsartas sirve un balón en profundidad a Quevedo, que gana por velocidad a Loren y engaña a Alberto en su salida. 1-1. M. 93. Guerrero remata cruzado y de cabeza a la red.

Árbitro: Megía Dávila. Amonestó a Valencia, Zalayeta, Guerrero y expulsó a Loren.

Unos 24.000 espectadores en Anoeta.

Fue un gol con cesárea, pero un gol a fin de cuentas. Poco importa que llegara en el minuto 93 y que no aclare en absoluto el oscuro panorama de la Real Sociedad. Ni el del Sevilla. El tanto sirve para reconciliar a los de Clemente con el indispensable y olvidado ingrediente del fútbol e impide que los sevillistas, en la cola de la clasificación, se acerquen a los donostiarras.

La Real dispone de todos los atributos indispensables para convertirse en un gran equipo... de atletismo. Sus componentes son disciplinados, indiferentes a la fatiga, insistentes, rápidos cuando hay que serlo, resistentes cuando el encuentro requiere aguante. Sus carencias no guardan relación con una supuesta falta de actitud, pero sus virtudes tienen poco que ver con el fútbol, porque nadie entre los donostiarras parece capaz de marcar un gol, que es de lo que se trata en estos casos. La Real es un conjunto que comparte campo e indumentaria sin tener claro qué deporte practica. Sus méritos se arruinan en las proximidades del área rival. Su posición en la tabla es, en consecuencia, pura justicia. Esto último sirve también para el Sevilla, un equipo al que ayer le bastó con rescatar del olvido algunos rudimentos futbolísticos.

El Sevilla entendió de entrada el estado de aprensión de los donostiarras y se apresuró en acentuarlo con un arranque que desnortó al rival. Simple anticipación. Suficiente para desarmar a los de Clemente, que enseguida empezaron a perseguir el balón por el campo. El Sevilla, mucho más incapaz en sus desplazamientos, disfrutaba del control (o le perjudicaba menos el descontrol) del balón y se permitía asustar a la defensa local. Un lujo para un equipo que sólo puede exhibir dos empates lejos de Sevilla. El éxtasis, cuando Tsartas entregó el gol a Quevedo y éste lo materializó.

Entonces, el equipo de atletas de la Real apretó el paso y acampó a pocos metros del área de Valencia. Para los donostiarras, un recurso tan frecuente como estéril. Una situación estresante para cualquier defensa que no entienda las dificultades de la Real para pisar área. Como un equipo de relevos, los de Clemente se señalaron por la izquierda, por la derecha, por el centro y por el aire. En vano. Hasta que el centrocampista José Félix Guerrero colocó la cabeza como se debe para marcar.

A la Real, como al Sevilla, sólo le queda el recurso a los tópicos ("el fútbol es imprevisible", y cosas así) para mirar hacia arriba con esperanza. Su fútbol es incapaz de articular palabra.

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