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Trinitat Nova, contra los viejos esquemas

Antes de que las grúas empiecen a despuntar en el cielo del barrio barcelonés de Trinitat Nova, perteneciente al distrito de Nou Barris, sus habitantes quieren opinar sobre el diseño urbanístico de este polígono en crisis donde en septiembre del año 2000 el Instituto Catalán del Suelo (Incasol) comenzará a construir los 900 pisos que sustituirán a los bloques que el Patronato Municipal de la Vivienda levantó en un lejano 1959 con cemento aluminoso.En un esfuerzo de participación vecinal sin precedentes en este rincón de Nou Barris, situado entre la montaña de Collserola y la avenida de la Meridiana, donde residen 7.700 personas, se ha elaborado un minucioso estudio que trata de sacudir del barrio la etiqueta de periférico y marginal que se le ha ido colocando con los años para ofrecer alternativas que lo conviertan en un lugar apetecible para vivir. Los vecinos no han querido escribir una carta a los Reyes ni tampoco confundir los deseos con la realidad, pero de sus propuestas se desprende que detrás hay un trabajo serio que encandiló a los responsables de la Unión Europea y que ahora aspiran a que influya en el ánimo de las instituciones encargadas de la actuación urbanística.

La reciente llegada de la línea 4 del metro a Trinitat Nova abre una brecha de esperanza entre quienes consideran que cualquier mejora debía pasar forzosamente por facilitar las comunicaciones del barrio con el resto de la ciudad y con el Vallès. Con el estudio Trinitat Nova, ¿un futuro sostenible? culmina un proceso iniciado hace tres años en el que se han volcado la Asociación de Vecinos, los comerciantes y el profesorado de los tres centros docentes de la zona, y en el que han colaborado activamente técnicos de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la Universidad Politécnica y de las distintas administraciones. Todas las propuestas del estudio van encaminadas a que la operación urbanística que la Generalitat y el Ayuntamiento acordaron impulsar vaya más allá de la mera edificación de las 900 viviendas.

Romper el aislamiento respecto al resto de la ciudad es uno de los objetivos. Para ello, el estudio propone integrar en la trama urbana la montaña de Collserola, a la que el barrio siempre ha dado la espalda, formando corredores verdes que desembocarían en el río Besòs. Esta apertura debería ir acompañada de la reforestación de este sector de la sierra. Una de las ideas que más entusiasmo suscitan es la de recuperar la tradición que Trinitat Nova tuvo en tiempos como lugar desde donde se abastecía de agua a toda la ciudad de Barcelona. Se trataría de habilitar los antiguos depósitos y las conducciones de la Compañía de Aguas de Montcada para albergar equipamientos y espacios lúdicos. El rico caudal de aguas subterráneas o los acuíferos que posee la zona podrían servir para el riego y para la constitución del Museo del Agua, que se sugiere situar en un edificio conocido como la casa de las aguas, auténtica pieza de arqueología industrial.

Las conclusiones de unas jornadas de debate celebradas el pasado mes de julio proponen que los bloques que edifique el Incasol no superen las cuatro plantas de altura y que sus precios sean asequibles.

El estudio sobre el barrio refleja también otra visión menos optimista de la realidad, a la que le cuesta imaginar otro paisaje distinto del barrio dormitorio que es, situado en el extremo norte de la ciudad, lo cual acentúa la tendencia a la marginalidad.

A nadie se le escapa que será necesario un gran esfuerzo económico para impulsar un enclave que aguarda impaciente la llegada de las grúas porque con ellas empezará algo más que la cuenta atrás de la construcción de las 891 viviendas corroídas por la aluminosis. Muchos de sus habitantes intuyen que la llegada de nuevas familias y la reforma urbanística que marcará los próximos seis años pueden ser un buen punto de partida.

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