Partido enorme, árbitro infame
Partidos como éste del Camp Nou sólo son posibles en la Liga inglesa o española. Los adictos al calcio dirán que últimamente se ven resultados espectaculares, como el último 4-4 del Lazio y el Milan. Un encuentro pésimo, por cierto, abandonado al pelotazo y a los constantes errores defensivos. La grandeza del duelo del Camp Nou residió en la voluntad de los dos equipos por jugar sin ataduras, frontalmente, con una intensidad emocionante, atractivo en lo épico y en lo estético. Partidazo maravillosamente captado por Canal +, que no perdió ni un detalle del duelo, sin distraerse en cuestiones retóricas o superficiales. Partidazo que el árbitro torpedeó de forma grosera, hasta convertirlo en un campo de minas.Nadie sino Díaz Vega tuvo la responsabilidad en la guerra que se declaró en el segundo tiempo. Lo que se celebraba como un monumento al fútbol, derivó en un conflicto callejero, propiciado por un árbitro culpable en todos los sentidos. Culpable múltiple: por hacerse el longuis con Sergi, protagonista de dos infracciones que merecían la expulsión; por no decretar penalti en el manotazo del lateral izquierdo del Barça en la raya de gol; por sentirse abrumado por la culpa. Con toda justicia, el Madrid tiene derecho a quejarse de la actuación de un árbitro que le impidió concretar en el marcador la superioridad que evidenció durante el primer tiempo.
Nunca en los últimos años, el Madrid ha estado tan cerca de sorprender al Barça en el Camp Nou. Por una vez, rechazó su vieja condición de víctima y entró a jugar sin complejos, sin dobles pivotes, con la defensa firme, con todos los futbolistas enchufados, con la voluntad de discutir el partido en el campo del Barcelona, donde casi nadie se atreve. Lo hizo el Arsenal y funcionó. Lo hizo el Madrid y puso al Barça contra las cuerdas.
Pero este Barça dudoso dispone de recursos formidables. Sobre todo, dispone de Figo, futbolista ganador, valiente como ningún otro. Un jugador grandioso que encontró la réplica en otro de la misma raza: Raúl. Ellos fueron las estrellas de un gran partido machacado por un árbitro infame.
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