_
_
_
_
_
Reportaje:EXCURSIONES DE HORCAJUELO A SOMOSIERRA

Verde y plata

Una mina abandonada y la dehesa más bella jalonan esta travesía por la falda del cerro Cebollera Nueva.

La fiebre del oro y de la plata había afanado siempre a los hijos de Adán, pero nunca hasta el extremo delirante de mediados del siglo pasado. Prefigurando la estampida de buscadores a la aurífera California, en Madrid, y sólo entre 1841 y 1843, pasaron de 500 las solicitudes de registro o denuncio de minas metalíferas: dos de oro, dos de estaño, 40 de plata, 300 de plomo, 100 de cobre, unas 40 de hierro y otras tantas de pirita arsenical; minas que, a la postre, dejaron la sierra más horadada que los odres de la venta de Maritornes.Cerca de Horcajuelo, en el estribo meridional del cerro Cebollera Nueva, la ardua roca fue cien veces agujereada tras detectarse supuestos indicios de plata roja: "Pero un ingeniero que se halló allí a pie fijo durante algunos meses", anotaba en 1864 don Casiano del Prado, "me dijo que no había visto ninguno". Todos los esfuerzos, aquí como en el resto de la región, salieron vanos: "Apenas se halló entre tantos filones metalíferos uno solo verdaderamente beneficiable" y, según el mentado geólogo, que a la sazón era inspector general de Minas, "estaban desiertos después de haberse consumido en ellos bastantes millones". La lotería de siempre.

Esfumado el sueño de la plata, a Horcajuelo le quedó, y le sigue quedando, el oro otoñal de los robles y fresnos que orlan sus praderíos. Ubicado en la confluencia u horcajo -de ahí su nombre- de los arroyos Grande y de la Garita, Horcajuelo es un pueblecito ganadero de casas amorosamente construidas con piedra elemental y teja árabe, que se apiñan cual testudo bajo la mirada severa de los montes de la Somosierra, en medio de una paz y una soledad que de seguro no habría si, en vez de vacas, abundaran los dinamiteros, las excavadoras Caterpillar y las balsas de residuos tipo Bolidén.

En busca de aquellas ajetreadas minas y de estos paisajes calmos, saldremos de Horcajuelo por el camino de tierra que deja a mano izquierda el campo de fútbol, a la entrada misma del pueblo. A los diez minutos, rebasaremos un estanque, franquearemos una rústica portilla de bances de madera y, tras tomar dos desvíos consecutivos a la izquierda, enfilaremos a campo traviesa hacia los restos evidentes de las minas. Allí encontraremos escombreras salpicadas de cristales de cuarzo y otros minerales vistosos; varios pozos cegados por las zarzas y una larga galería horizontal, excavada en la roca viva, que sin duda utilizan las vacas para guarecerse, pues está alfombrada de recuerdos, y no precisamente de plata.

Ladera arriba, un tanto apartada a la derecha, queda la ruina de la casa que, al decir de los paisanos, usábase como polvorín. Atrochando hacia ella por cantuesares, y después por la máxima pendiente hasta la cima del monte, gozaremos de espléndidas vistas de la sierra de la Puebla (a naciente), del valle del Lozoya (a poniente) y de las cumbres de Somosierra (al septentrión). La alambrada que delimita el término municipal nos guiará por la cresta hacia el norte hasta topar un amplio camino transversal, el cual seguiremos hacia la izquierda cruzando la cerca por una puerta metálica que dejaremos cerrada, como siempre, para evitar fugas de reses.

Así emprenderemos un largo y suave descenso por la falda del cerro Cebollera Nueva, sin llegar a adentrarnos en su pinar de repoblación, hasta que, cumplidas tres horas largas de marcha, rebasemos una línea de alta tensión. Entonces veremos, arriba a mano derecha, la doble puerta -barrera verde levadiza y verja- de la dehesa de Somosierra, la masa forestal más hermosa de Madrid, que por algo la llaman la Dehesa Bonita. Media hora más nos llevará subir por la pista de la dehesa, entre acebos, mostajos, abedules y robles monumentales, hasta la Fuentefría. Y otra media, bajar por la margen derecha del arroyo de la Dehesa, que allí mismo irrumpe, abriéndonos paso por una oscura selva de avellanos hasta salir a la antigua carretera N-I, a la vista ya del pueblo de Somosierra.

Todos los colores del otoño

Dónde. Horcajuelo de la Sierra dista 89 kilómetros de la capital y su acceso más rápido es por la autovía del Norte (N-I), tomando en el kilómetro 85 el desvío a Horcajo (M-141). Hay autobuses de Continental Auto (teléfono 91 3145755) hasta Buitrago del Lozoya, donde se conecta con un servicio especial a Horcajuelo (Consorcio de Transportes, teléfono 91 5801980). La misma empresa ofrece varios servicios diarios para regresar desde Somosierra a la capital.Cuándo. Otoño es la época perfecta para acometer esta travesía de 14 kilómetros -sólo ida- y unas cuatro horas y media de duración, pues entonces los robles se doran, los abedules de la dehesa amarillean, los avellanos se cuajan de frutos y los acebos, mostajos y serbales exhiben una espléndida decoración de bayas bermejas.

Quién. El Ayuntamiento de Horcajuelo ofrece información en el teléfono: 91 8697369. Hay seis preciosos alojamientos rurales en Las Eras de Horcajuelo (teléfono 91 5398717). Y el restaurante El Pajar (teléfono 91 8697152) borda los platos de caza y carnes de la sierra.

Y qué más. Imprescindible, la hoja 19-18 (Prádena) del Ejército o, mejor aún, el mapa excursionista Sierra Norte, de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; teléfono 91 5343257).

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_