_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La receta invariable

Empieza la resaca y se escuchan retazos autocríticos en las reuniones de las ejecutivas de algunos partidos. Tan sólo un mes después de la última cita con las urnas se han apagado los ecos de las declaraciones triunfales formuladas por todos los partidos concurrentes nada más conocerse las cifras del escrutinio nocturno del 13-J. Nuevos compromisos electorales a la vista aconsejan atenerse al criterio de realidad. Pero, además, se impone analizar por qué han proliferado en los ayuntamientos y en las comunidades autónomas pactos para el desalojo del PP de algunos de esos gobiernos. Es incomprensible por qué, con el viento de la economía y de la política tan a favor, el PP se ha convertido en el patito feo, en el socio indeseable. Aznar se ha referido con desagrado a los pactos de perdedores, pero el hecho es que los enanitos unidos han terminado por imponerse a Blancanieves y se han transmutado en ganadores. Ahora los partidos se preparan para las próximas contiendas, tratan de recuperar credibilidad, de presentar programas, de designar candidatos y de movilizar a las bases y a los afines asimilables.Es el momento en el que hacen su agosto los consultores. Todos ofrecen la fórmula para conseguir la mayoría que se busca. Pero las ofertas tienen distinto poder de percusión y sólo los consejeros aúlicos se saben escuchados en las cúpulas decisivas. Por ejemplo, en La Moncloa, la situación del presidente José María Aznar preocupa a sus más cercanos. El caso es que algunas decisiones últimas han sido adoptadas de manera tan directa por el líder que será muy difícil transferir a nadie la responsabilidad de sus efectos si se averiguan perniciosos. Por ejemplo, Aznar, al designar a Josep Piqué portavoz del Gobierno y depositar en él todas sus complacencias centristas, en absoluto imaginaba que este dechado de virtudes políticas terminaría en la conferencia de prensa de cada viernes por abandonar la explicación de los acuerdos del Consejo de Ministros para limitarse a justificar su propia conducta empresarial y dar cuenta de sus habilidades particulares cara a una optimización fiscal envidiada por todos. Otra decisión de Aznar, ampliamente incomprendida en su entorno, es la de prorrogar la actual legislatura, cuya consunción sólo puede transcurrir en adelante de manera inerte, ya que ninguna iniciativa que se remitiera a partir del próximo periodo de sesiones al Congreso de los Diputados tendría tiempo de ser sustanciada por las Cámaras. La falta de plazos útiles deja para la siguiente legislatura cuestiones tan importantes como, por ejemplo, la reforma del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), que parecía ser una prioridad en marzo de 1996; las reformas legales para erradicar todas las prácticas de financiación irregular de los partidos políticos; la legislación para evitar la cristalización de posiciones dominantes en el espacio audiovisual; la reforma del Estatuto de RTVE de 1980; la creación de una Comisión Nacional de Radio y Televisión, o la prometida reducción de cargos públicos y asesores ministeriales, que se ha cumplido a la inversa, por citar sólo algunas de las promesas del programa electoral.

Diga o calle Aznar lo que quiera, la actual legislatura está ya declarada a extinguir y sus plazos transcurrirán bajo los mínimos de una vida vegetativa, arrastrada, sin otra utilidad apenas que la de la aprobación de los presupuestos generales del Estado mediante el concurso ya negociado de los votos del grupo parlamentario de Convergencia i Unió. Aznar ha despertado del sueño de una segunda victoria por mayoría absoluta y algunos consideran que, después de los impulsos añadidos a sus competidores socialistas por las urnas previas catalanas y andaluzas, el triunfo de Joaquín Almunia empieza a adquirir verosimilitud. Llegado el caso, la experiencia de Gobierno y la templanza de este vasco admirable garantizarían una alternancia exenta de vendettas y malos modos. Pero, mientras, las probabilidades de Almunia pueden inducir maximalismos defensivos y favorecer a quienes sugieren al Gobierno la invariable receta de que se adelante con el castigo disuasor a cuantos en los medios de comunicación vienen mostrando falta de calor en el elogio al presidente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_