Investidura
Pocas cosas son tan trascendentes en un sistema democrático como la elección de un presidente de gobierno. Por fortuna, contemplamos este acontecimiento como un hecho habitual, casi rutinario. Aunque sólo lo disfrutemos de un escaso tiempo (histórico) a esta parte. Las sucesivas alternancias en el poder ocurridas a partir de 1977 nos han inoculado un virus de normalidad, inexistente para quienes, cronológicamente, vivimos y todavía sentimos que la democracia actual nos parece un breve instante frente al franquismo. De ahí que la elección de un presidente de la Comunidad Valenciana, con independencia de las simpatías o antipatías que cada cual pueda sentir por quien ocupe el cargo, sea un acto institucional que todo demócrata debe celebrar. La mayoría absoluta del Partido Popular en las Cortes Valencianas garantiza la reelección de Eduardo Zaplana como presidente de la Generalitat durante otros cuatro años. La continuidad de éste, sin embargo, no quita un ápice de interés a las propuestas que pueda realizar en su discurso de investidura, por más que no parezca temerario presumir que discurra por carriles ya apuntados durante la campaña electoral. A saber: mucho centro reformista apoyado en Blair y Schröder y más de poder valenciano reforzado por su propuesta de financiación autonómica y unas gotas de federalismo, que para eso se fotografía con Pasqual Maragall. Las mayores incógnitas, paradójicamente, están en el líder socialista. Cabe esperar que Antoni Asunción supere el nivel mostrado en la campaña electoral. Nada difícil, por otra parte, si se tiene en cuenta que la construyó en base a los chascarrillos, frivolidades, latiguillos y fobias de quien ha hecho de la maledicencia, el chisme y la insidia un estilo periodístico. Al referente institucional del PSPV, como alguien gusta definirle, se le puede exigir más. Pero será injusto echarle a los leones si no sale a hombros de la afición en esta alternativa en la que se juega mucho. El margen de confianza del ex ministro del Interior no puede agotarse en hora y media. Sería una mezquindad.
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