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Reportaje:

Las nuevas heroínas de EEUU

El éxito de la selección femenina en el Mundial de fútbol enciende la pasión y el orgullo de los norteamericanos.

"Es una sensación muy dulce. Lo único que quiero es saborear el momento. Para nosotras, este campeonato mundial es una batalla, y siempre es hermoso ganar por agallas y por voluntad". Los norteamericanos escuchan emocionados las palabras de Michelle Akers. Habla a los periodistas el domingo por la noche, sentada en el vestuario, exhausta, con una rodilla vendada, pero feliz. Acaba de marcar, de penalti, el segundo gol de la selección femenina de fútbol de EE UU contra Brasil (2-0). El delirio para las 73.123 personas que acaban de ver el partido en el estadio de Palo Alto, en California; la locura para los millones que lo han seguido por televisión como si fuera un partido de béisbol de las Series Mundiales o la Supercopa de fútbol americano. Ahora, la final, el sábado, contra China. Una semana para culminar el enamoramiento de este país con sus futbolistas. Pocos recuerdan en estos momentos que el equipo femenino de fútbol ganó en 1991 el primer Campeonato Mundial, celebrado en China. Pero es que pocos también, en todo el mundo, se enteraron del acontecimiento. Ahora, los estadios en Palo Alto, Chicago, Washington o Boston han agotado las entradas y la pasión por las futbolistas desborda a los norteamericanos, que no podían tener mejores fuegos artificiales el 4 de julio -Día de la Independencia- que la victoria por 2-0 ante las reinas de la samba, como los medios habían apodado a la selección brasileña. Está ya garantizado el lleno para el China-EE UU en Pasadena (California), en un estadio con capacidad para 90.000 personas. Es posible que el presidente Clinton, que ya asistió cerca de Washington, el pasado jueves, a la victoria del equipo ante Alemania por 3-2, repita el sábado en el Rose Bowl.

Las raíces del éxito de este equipo arrancan hace 25 años, con la introducción del fútbol en EE UU. Con una asombrosa organización desde la base, que reúne a 18 millones de jugadores desde los cinco hasta los 18 años, el soccer arrasa como deporte de iniciación y es el más practicado en EE UU hasta los ocho o nueve años de edad. En el caso de las niñas se calcula que juegan al fútbol alrededor de 7,5 millones. El fenómeno sociológico ha sido y es tan importante que en las elecciones de 1996 los políticos pelearon por el voto de las soccer moms, las madres -y padres- de todo el país que contribuyen a poner en pie el entramado futbolístico.

En 1972, una disposición legal, conocida como título IX, había eliminado la discriminación sexual en la educación deportiva. La participación de mujeres en toda clase de deportes y competiciones, y el acceso al sistema de becas, revolucionó el panorama del deporte femenino. Antes de la entrada en vigor del título IX, sólo el 1% de los atletas universitarios eran mujeres. Ahora, la proporción es del 40%, aunque las chicas reciben menos becas y están mucho menos valoradas por los medios de comunicación.

Hasta este Campeonato Mundial. Hasta el fervor de las masas, que hablan -como si las conocieran- de Michelle; de la guardameta negra Briana Scurry, Bri para los fans, que tuvo una intervención decisiva ante Brasil -"es increíblemente importante para nosotros", dice Tony DiCicco, el entrenador del equipo-; de Mia Hamm, que ha hecho un anuncio de una bebida refrescante, que todos los escolares se saben de memoria, en el que supera a Michael Jordan; de Brandi Chastain, una de las invitadas preferidas en el espectáculo televisivo de David Lettermann...

Las jugadoras han conquistado el corazón de sus compatriotas porque encarnan valores como la entrega, la constancia -"llevamos años matándonos en los entrenamientos", recuerda la centrocampista Julie Foudy- y la combinación del esfuerzo individual con el del equipo. Como dice, arrebatada, Brandi Chastain: "Compartimos las tareas, nos damos confianza... Hay miles de niños que se apuntan al fútbol y queremos ser modelos para ellos. Estamos orgullosas de llevar la bandera, de ser embajadoras de este deporte". La veterana Michelle Akers -que, para colmo, es un ejemplo edificante, porque sufre síndrome de fatiga crónica y no puede concluir muchos de los partidos que juega- fue el domingo el mejor ejemplo de las nuevas estrellas que han encendido la pasión de los norteamericanos, y en las palabras de su compañera de equipo Mia Hamm está la clave: "Después del partido, mientras abandonaba el césped, iba diciéndome a mí misma: es una heroína".

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