La ría de la sospecha
Aurosa mira al mar y trata de organizar su vida al margen del gansterismo de los 'narcos'
A los habitantes de Arousa les gustaría que les identificasen con Valle-Inclán, pero la actualidad impone sus reglas y una mayoría de españoles asocia hoy la más extensa de las rías gallegas con el nombre de un tal Laureano Oubiña. Los barcos de cocaína y los cada vez más sangrientos ajustes de cuentas ocultan parte de la realidad de una comarca por lo general apacible, donde los narcos se matan entre sí y al mismo tiempo no hay más atracos o violencia callejera que en cualquier otro lugar de Galicia. Pero con un índice de paro superior al 25% no es fácil detener al narcotráfico y su espiral de dinero corrupto, que en ocasiones también roza a la política.
Planes para el puerto
En vísperas electorales, la gran polémica en Arousa no son las implicaciones sociales del comercio de drogas, sino los planes de la Autoridad Portuaria de Vilagarcía, la capital de la comarca, con 33.000 habitantes, para sembrar la costa de grandes depósitos de hidrocarburos. Los defensores del proyecto sostienen que es necesario revitalizar el puerto comercial para robustecer la economía de la zona, pero los que viven de la pesca y el marisqueo temen que un hipotético accidente arruine para siempre la riqueza de la ría. "Y la ría es nuestra primera empresa", argumentan para oponerse a la instalación.Su historia, sus oficios y sus poetas atestiguan que Arousa siempre ha tenido su corazón en el mar, y el paso de los años no ha roto semejante arraigo. Porque todavía hoy, la mayor parte de la actividad económica de la ría depende del mar: la pesca, el marisqueo, el transporte de mercancías, el turismo, la fabricación de conservas con sus industrias auxiliares de envases y, por supuesto, el narcotráfico, que nunca hubiese existido sin las costas sinuosas o el olfato de los marineros de Arousa, virtudes muy apreciadas por la mafia colombiana cuando a finales de los años 80 buscaba medios de transporte para introducir su cocaína en Europa. Sólo la producción de vino albariño, que se ha desarrollado notablemente en los últimos años, recuerda a los arousanos que también existe la tierra.
Alrededor del mar de Arousa, cuya calma se le ha antojado a algunos más mediterránea que atlántica, viven 150.000 habitantes, repartidos en nueve municipios -uno de ellos en territorio isleño- y dos provincias: A Coruña, en la ribera norte, y Pontevedra, en la sur. Son, en cierto sentido, dos mundos distintos. Valle-Inclán vivió en ambos, enfrentados desde entonces por una interminable disputa sobre el verdadero lugar de nacimiento del escritor, quien para zanjar la polémica difundió la trola de que su madre lo había parido en un barco en medio de la ría. El fútbol y el marisqueo furtivo -cantera de los futuros pilotos de planeadoras contrabandis-tas- han sido otros campos propicios para dirimir rivalidades.
Ambas orillas comparten sus magníficos paisajes, sus desatinos urbanísticos, una vida que transcurre con bastante tranquilidad, al margen de los tiroteos entre narcos, y un espíritu tirando a liberal, nada extraño en una tierra de gentes que surcaron el mar de China en mercantes oxidados y bajo banderas de conveniencia.
Arousa siempre ha tendido a la izquierda, al menos para lo que es habitual en Galicia. Hace años, Alfonso Guerra fue recibido en un mitin por la mitad de los 6.000 habitantes de A Illa, y todavía hoy cinco de los nueve municipios ribereños tienen alcalde socialista. Para el 13-J se espera un retroceso del PSOE, que, con todo, podría resistir mejor que en el resto de Galicia el previsible avance nacionalista.
Y eso que en Arousa nació Castelao, el gran teórico del nacionalismo gallego. Era de Rianxo, en la margen coruñesa de la ría. Esa orilla, más industrializada, tampoco se ha librado del narcotráfico.
Víctimas jóvenes
La abundante circulación de droga se ha cobrado muchas víctimas entre la juventud de la zona, que tiene uno los porcentajes de incidencia del sida más elevados de Galicia. Sin embargo, los últimos datos indican que el consumo no supera al de las grandes ciudades gallegas.En Vilagarcía y sus alrededores no existen grandes industrias, pero aún así las estadísticas que aseguran que uno de cada cuatro trabajadores de la zona está en paro parecen ocultar una bolsa de empleo sumergido. Nadie se atreve a calcular hasta dónde alcanza el dinero negro, pero hay profesionales que no ponen la mano en el fuego ni por sus propios clientes. "Si empiezas a desconfiar de todo el mundo, acabas dejando de trabajar", dice un arquitecto.
Aún está reciente en Vilagarcía el escándalo que surgió en la Cámara de Comercio tras el encarcelamiento por narcotráfico de su antiguo secretario, Pablo Vioque. A principios de los 80, cuando ya era abogado de contrabandistas, Vioque fue en las listas al Senado por AP . Luego se marchó a Coalición Galega.
En los primeros años del contrabando, entre sus jefes había notorios militantes de AP, aunque con el paso del tiempo también algunos miembros del PSOE y del BNG han tenido que dar explicaciones por sus actividades comerciales con personajes del negocio ilegal. Los partidos se muestran cada vez más cuidadosos. Pero la tarea no es fácil. Porque el narcotráfico, al margen de la corrupción económica y del deterioro que ha infligido a la imagen de Arousa, también tiene el efecto perverso de conseguir que casi todo el mundo parezca sospechoso hasta que no se demuestre lo contrario.
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