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La cárcel privada de Roldán

El ex director general de la Guardia Civil cumple cuatro años en prisión donde es custodiado por un agente de policía que incluso duerme al lado.

José María Irujo

En chándal verde, calcetines blancos y zapatillas de cuadros, el preso Luis Roldán Ibáñez, de 55 años, agarra con fuerza el mango de la fregona, inclina levemente su espalda y descarga todo su peso hacia adelante hasta escurrir la última gota del utensilio doméstico. Al ex director general de la Guardia Civil, condenado a 31 años de cárcel por malversación, estafa, cohecho y delito fiscal, no se le caen los anillos por mantener limpio como una patena su pabellón privado de la prisión de Brieva (Ávila). Nadie le obliga a limpiarlo, pero este hombre que mandó a 75.000 guardias civiles y estuvo a punto de ser nombrado ministro del Interior coge cada mañana la escoba, el cubo y la fregona para repetir como un autómata una de las tareas que más le complace desde que ingresó, ahora hace cuatro años, en esta prisión de mujeres. "Tiene la nave como los chorros del oro. Y hasta barre y friega el cuarto de los funcionarios", señala un testigo.

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Roldán es el único hombre que purga su pena en esta prisión de Ávila que acoge a 200 reclusas. Está aislado de sus compañeras y reside solo en una enorme y desangelada nave, donde se encuentra su celda. Ha renunciado a pasear al sol o a sentir el aire fresco en su rostro. El primer día que paseó por un patio exterior, las presas escucharon sus pasos y le arrojaron botellines de agua y orina. "Le insultaron. Le llamaban chorizo y tomó la decisión de no volver a salir".

Este previsible rechazo de la población reclusa es la causa por la que el ex jefe de la Guardia Civil está confinado en una cárcel de mujeres. Allí, en opinión de los expertos, goza de mayor seguridad y tiene menos posibilidades de protagonizar una nueva fuga, como la que terminó en 1995 con su rocambolesca entrega en Bangkok (Tailandia).

Pero su aislamiento entre mujeres no se considera suficiente y cada día lo pasa en compañía de uno de los ocho policías que lo custodian. Muy a su pesar, sus guardianes tienen que dormir en la cárcel como un preso más. Lo hacen en una pequeña habitación situada junto a la del funcionario de prisiones que vigila la nave y a escasos metros de la celda del recluso.

En tres turnos de ocho horas, un equipo de policías dependiente de la Unidad Central de Intervención convive desde hace cuatro años con el preso más conocido de España. El único que goza o padece, según se mire, de esta medida excepcional. Estos agentes parecen condenados a compartir junto al penado su larga condena.

En la cárcel de Logroño, en la que permaneció preso Roldán durante cuatro meses para asistir en la Audiencia provincial de Pamplona al juicio del caso Urralburu, la proximidad entre el recluso y el policía que le custodiaba era todavía mayor. Dormían en dos celdas contiguas de la sección de cacheos. "Haberlo mezclado entre los presos comunes habría sido una irresponsabilidad de consecuencias imprevisibles", señalan fuentes penitenciarias.

Sus primeros meses en la prisión de Brieva fueron los más duros y difíciles. Cayó en una profunda depresión, enfermedad a la que es propenso, y se abandonó a sí mismo. Iba mal vestido, sin afeitar ni asear. "Luis, a la ducha", le animaban los policías con los que convivía día y noche. Ahora, a los cuatro años de su ingreso y después de haber asimilado el rigor carcelario, ha superado el bache inicial. Se asea y corta el pelo, aunque rara vez se viste con otra prenda que no sea su chándal verde.

La celda del condenado tiene televisión, radio y una sencilla cama, como los demás reclusos. Pero a diferencia de éstos, su puerta está casi siempre abierta y su mundo se extiende más allá de los barrotes que cercan el cubículo. Todo el pabellón, con cocina, sala de vis a vis, donde recibe regularmente a su esposa, un salón comedor, aseos y un largo pasillo, está a su exclusiva disposición. Y el ex director de la Guardia Civil lo aprovecha.

El preso se levanta a las ocho de la mañana, camina en albornoz o pijama a las duchas y regresa hasta la puerta del rastrillo donde le aguarda una bandeja con el desayuno. La toma y camina hasta el salón comedor donde cultiva su principal pasión: la lectura de la prensa deportiva.

Devora el Marca, el As y el Sport. Sus guardianes son testigos de que no se le escapa ni un sólo dato que tenga que ver con la Liga. Incluso controla los líos amorosos de las figuras. Como aragonés, es forofo del Real Zaragoza. Todos los días recibe tres periódicos nacionales: EL PAÍS, Abc y El Mundo, que lee con cierta indiferencia.

"La prensa publica lo que le interesa. Tienen que vender", comenta a los agentes cuando no está de acuerdo con alguna noticia que dice conocer por razones de su anterior cargo. Si está animado, el preso relata a los funcionarios los detalles de lo que, en su opinión, es la verdad de la historia pero huye como de la peste de las preguntas que le hacen sobre el botín de 2.000 millones de pesetas que oculta en un banco de Singapur. "A veces, habla con orgullo de su paso por la Guardia Civil".

En la confianza que dan cuatro años de convivencia y más de 50.000 kilómetros en coche, en su periplo por tribunales y juzgados, algún policía se ha atrevido a bromear con el recluso. "Luis, necesitarás escolta cuando salgas. Tú podrás pagar bien, porque tendrás unas perras guardadas por ahí, ¿no?". Y el recluso contesta lacónico: "No digas tonterías". En otra ocasión, otro funcionario le esgrimió su condición de "economista" y le pidió que le ayudara a hacer la declaración de la renta. Roldán aceptó la broma con resignación.

A la 13.30 se repite la rutina de la comida y el preso recoge su bandeja y camina hasta la cocina, donde dispone de frigorífico y guarda la fruta. La tarde la dedica a la lectura y al estudio en su celda o en el salón comedor, donde se instaló un pequeño despacho. Dispone de numerosos libros, en su mayoría ensayos y novelas de aventuras. Pero no ha conseguido que le faciliten el ordenador que ha solicitado. Sigue matriculado en Ciencias Políticas, una carrera que no figuraba en su falso currículo.

A las 18 horas, el hombre del chándal verde aparece de nuevo en el interminable pasillo de su pabellón particular. Pasea cabizbajo y charla con el funcionario de prisiones y el policía que le observan desde el rastrillo. En ocasiones se animan y hacen unas tortillas para merendar en la cocina y ver el partido de fútbol. Otras veces se baten al ajedrez o encargan una tarta para celebrar el cumpleaños de alguna funcionaria.

La relación de Roldán con sus vigilantes es extraordinaria. Tan buena que hasta les confiesa sus cábalas acerca del futuro. Tiene dudas de si le conviene más la libertad condicional o el tercer grado, y confía en que el Tribunal Supremo le rebaje los 31 años de cárcel. "A lo mejor para el 2005 estoy en la calle", les pronostica optimista.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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