_
_
_
_
_

A un pitillo de Valencia

J. J. PÉREZ BENLLOCH No es un modelo de concreción, precisamente, la papela que acaban de firmar los presidentes de las comunidades valenciana, madrileña y de Castilla-La Mancha acerca de la ejecución y gestión del tren de alta velocidad entre la capital del Reino y Valencia con Alicante de la mano, o eso debemos suponer, pues en ningún momento hasta ahora se ha soslayado la ciudad del Benacantil, e incluso se le ha otorgado prioridad en esta iniciativa. Aclaración pertinente para no ser reos de centralismo -del cap i casal- como a menudo barruntan por aquellos lares fraternos del sur. No han concretado mucho el aludido protocolo -que a la postre sólo es eso-, pero sí lo bastante como para afirmar la resolución común de cumplir el proyecto en unos plazos previstos a la par que razonables. Si en el año 2005, decimos por decir, hemos puesto nuestros puertos y playas a un pitillo -una hora aproximada- de la Corte es seguro que se habrá alumbrado uno de los cambios decisivos y positivos para la prosperidad del País Valenciano. Federico Félix, presidente de AVE y de la fundación que alienta esta cruzada ferroviaria, ha cuantificado y divulgado reiteradamente el maná que deparará la aprobación de esta asignatura pendiente, lo que nos exime, dicho sea al paso, de avezarnos por conjeturas económicas y financieras que no nos incumben, dada nuestra inopia en tales asuntos. Cierto es que poco se ha dicho en torno a los costos medioambientales del trazado que resulte elegido entre los posibles, pero es difícil imaginar que no se opte por la solución que los atenúe al máximo mediante la aplicación del sentido común, el respeto a la creciente conciencia ecológica y la experiencia que ha supuesto para los valencianos enredarnos en estos asuntos que tanto dilataron la inauguración de la autovía a Madrid. Esa es la voluntad, por otra parte, de los dirigentes autonómicos concertados. No obstante, tiempo habrá de fiscalizar y glosar el desarrollo de las obras y sus contrapartidas en este capítulo. Esta nota no tiene más objeto que subrayar lo que se nos antoja un episodio relevante en el proceso de maduración del AVE Madrid-Valencia. Que tres presidentes de sus respectivas autonomías aúnen sus voluntades sugiere, cuanto menos, que se diluye en gran manera la discrecionalidad del Ministerio de Fomento, tan ingrata y tan repetidamente para las conveniencias del País Valenciano. Que, además, no sean del mismo color político, anticipa que sus acuerdos gozan de una importante cobertura frente a los eventuales cambios que se produjesen en la Moncloa. Dicho de otro modo: contar con la buena disposición y la firma del picajoso José Bono -aunque en este viaje no pague billete, como parece- allana el camino hacia el final feliz. Si le da por lo contrario es muy capaz de instalar aduanas o de frenar el tren al paso por su taifato. Se argüirá -y oído lo tengo- que esta operación atufa a electoralismo, y no diré lo contrario. Sus principales agonistas y partidos lo van a vender como un triunfo personal, lo que a fin de cuentas importa poco, pues toda política conlleva un guiño al votante y bien se puede pagar ese precio si las comunicaciones con el centro acaban siendo, y pronto, más rápidas, cómodas y baratas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_