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Por un IPC propio

Según Arnaldo Otegi, el próximo Aberri Eguna se celebrará en una Euskal Herria independiente. A los motivos que harían deseable la separación de España (y Francia) añadió éste: "por higiene mental"; porque "¿adónde vamos con esos cabestros?". Tal vez prefiera el pensamiento ilustrado de sus concejales en Rentería, que acaban de respaldar una moción solicitando que sean retirados de la biblioteca municipal los libros en que "se niegue la nación vasca".¿Es posible que se verifique el pronóstico de Otegi? Ello depende en buena medida de la actitud de los demás nacionalistas. Muchas personas preguntan últimamente si el PNV es independentista. Consideran clave despejar esa incógnita para saber si su acercamiento a posiciones que antes sólo defendían ETA y HB es una táctica para integrar a los disidentes o, al revés, un intento de aprovechar las circunstancias para poner sobre la mesa su programa máximo. Puede intentar responderse desde la intuición política y desde los datos sociológicos.

Una cosa son los militantes y otra los electores, pero incluso considerando sólo a los primeros, la impresión es que el nacionalista medio se identifica más como autonomista que como independentista. El discurso de la autodeterminación le suena bien -transmite sensación de importancia-, pero la idea de un Estado vasco independiente -con ejército, IPC y liga propios- no se la toma en serio, excepto como argumento polémico para las discusiones de bar. La radicalización verbal del PNV sería, entonces, bastante artificiosa. No correspondería a cambios reales en la opinión pública, ni siquiera en la opinión nacionalista. Ésta es una opinión muy subjetiva y discutible, pero los datos disponibles más bien la confirman.

Según el Sociómetro del Gobierno vasco difundido estos días, el 25% de los vascos es favorable a la independencia y el 25% contrario, pero un porcentaje mayor, el 34%, responde que depende de las circunstancias. A fines de los ochenta, el 31% expresaba deseos muy o bastante grandes de independencia y el 34% escasos o nulos. Francisco Llera (Los vascos y la política. Bilbao. 1994) comparaba los datos de esa encuesta con los de la realizada diez años antes por J. J. Linz. La conclusión era que los deseos de independencia habían aumentado entre los electores de HB y disminuido entre los del PNV. Otro estudio de la Universidad del País Vasco publicado en esa época (Estructura y procesos sociales en el País Vasco. Bilbao. 1990) recoge el dato de que se consideraban independentistas el 72% de los votantes de HB, el 37% de los de EA y el 26% de los del PNV. En el más reciente Sociómetro del Gobierno vasco se declaran abiertamente en favor de la independencia el 80% de los electores de EH, el 41% de los de EA y el 35% de los del PNV, aunque sólo el 10% de estos últimos está expresamente en contra.

Parece haberse producido, por tanto, un retroceso del independentismo en los ochenta y un avance a fines de los noventa. Pero, en conjunto, los partidarios suponen entre un cuarto y un tercio del total de la población y menos de la mitad del electorado nacionalista. Por otra parte, no parece ser un asunto prioritario. Según una encuesta publicada en Deia el 17 de febrero pasado, la independencia ocupaba el lugar 22º entre los 31 temas propuestos, siendo motivo de preocupación para el 2% de los ciudadanos (el paro lo era para el 84%).

De ello deducen algunas personas la conveniencia de tomar la palabra a los nacionalistas y aceptar un referéndum de autodeterminación que zanje la cuestión definitivamente; y si es con Navarra y el País vascofrancés, mejor: más clara aparecerá la derrota del independentismo. Sin embargo, la mera celebración de la consulta, al margen de su resultado, sería ya una victoria para quienes llevan años tratando de plantear la cuestión vasca en términos excluyentes: España o Euskal Herria. Esa victoria atraería hacia posiciones independentistas a sectores pusilánimes que siempre apoyarán al más audaz, y en lugar de, digamos, el 30% votaría a favor el 40-45%: suficiente para acabar con la identidad mixta que constituye la base social de la autonomía; y de ahí, con un referéndum cada cinco o diez años, hasta la victoria final.

Algunos ya se entrenan para borrar el pasado mediante la limpieza étnica de las bibliotecas.

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