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Seis años de cárcel para el Capitán Timo por estafar 1.200 millones a dos empresarios

La Sección 15 de la Audiencia de Madrid ha condenado a seis años de cárcel -la mitad de los que reclamó el fiscal en el juicio- a José Manuel Quintía, conocido como el Capitán Timo, por un delito continuado de estafa y falsedad. Asimismo le condena a indemnizar con 1.203 millones a dos de los estafados, la entidad Ner Ibérica y al propietario de una óptica. El tribunal ha decidido absolver a los otros ocho acusados, la mayoría falsos guardaespaldas de Quintía, por entender que fue el acusado quien les envolvió, sin ellos saberlo, en sus ilícitos chanchullos.

La sentencia de la Audiencia repasa en sus hechos probados las andanzas de Quintía, un hombre de 58 años y de nutrido historial delictivo que, disfrazado de militar de alto rango y acompañado de falsos escoltas, engatusó a varios empresarios y les sacó cantidades millonarias a cambio de conseguirles ventajosos contratos con el Ministerio de Defensa.El tribunal sienta como probado que, en enero de 1992, Quintía, vestido esta vez de militar de la Armada, contactó con dos empleados de Banesto y les sugirió buscar un inversionista para adquirir una finca de 117.000 metros cuadros en Villalbilla (Madrid). Les dijo que Defensa quería adquirirla, pero que él no podía efectuar la operación porque el dueño del paraje era un hombre de convicciones ecologistas y se negaba a vendérsela a militares. Su idea era que el inversionista comprase la finca para luego enajenarla, mucho más cara, al ministerio. Éstos aceptaron y contactaron con la firma Ner Ibérica. "Para darle seriedad y formalidad a la propuesta de intermediación inmobiliaria", señala el tribunal, "Quintía aportó un documento confeccionado por él y consistente en un impreso con el membrete del Ministerio de Defensa". En ese documento", afirman los jueces, "hizo constar el inicio de los trámites de formalización de la compra de la finca". Ner Ibérica cayó en la trampa y acabó abonando 306 millones por la finca, sin recibir nada a cambio, "dado que nunca llegaron a tomar posesión del inmueble ni a inscribirlo a su nombre en el registro".

En agosto de 1992, Quintía, acuciado por los citados inversores, que habían entregado el dinero de la finca sin recibir nada a cambio, les propuso intervenir en otro contrato que les reportaría lo entregado por la finca y otros muchos millones más. Les dijo que tenía entre manos un contrato multimillonario para vender al Ejército dos millones de juegos de sábanas y colchas. Comentó que comprarían la mercancía "a las Fuerzas Armadas de Portugal" y les advirtió de la necesidad de actuar "con hermetismo" al tratarse de asuntos "reservados".

Documentos falsos

Quintía explicó que el coste de cada juego de sábanas en Portugal sería de 1.390 pesetas y que el Ejército español las pagaría a 1.790 pesetas. La diferencia, comentó, se la repartirían Ner Ibérica, con lo que saldaría su deuda, y él mismo. En este caso también falseó documentos con el membrete de Defensa en los que se indicaba "el interés del Ministerio" en adquirir "dos millones de sábanas". El proyecto nunca cristalizó, aunque antes de que los timados lo advirtieran ya les había sacado casi otros 600 millones.Otra de sus estafas la cometió a finales de 1993. En esta ocasión se presentó ante el propietario de la firma Ulloa Ópticos como el capitán de navío José Manuel Losada y le ofreció conseguir 400.000 gafas Ray Ban de las bases americanas de Torrejón y de Rota a precios muy bajos para venderlas luego, por el doble de precio, al Ejército español. Así estafó otros 88,5 millones.

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El tribunal, que también le condena por arrogarse funciones militares, destaca el boato del que se hacía rodear en sus entrevistas para impresionar a sus víctimas: los guardaespaldas, la mayoría guardias civiles retirados, y la flota de vehículos de superlujo (llegó a adquirir hasta 34 vehículos, gran parte de ellos furgonetas Mercedes). A algunos coches les colocó en su aleta delantera derecha un banderín con la insignia española. También arrendó tres naves en Paracuellos del Jarama, donde instaló su centro de operaciones, que simulaba el interior de un barco, y creó una fundación.

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