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ATLETISMO CAMPEONATOS DEL MUNDO EN PISTA CUBIERTA

Un chico tímido al que le gustan mucho las galletas

Lamela es un bicho raro en el mundo de los saltos: no es alto, pero tiene fuerza y velocidad

Carlos Arribas

Dicen que para ser un buen saltador hace falta tener un excelente tiempo de reacción, una gran fuerza explosiva, ser alto y tener las piernas largas, una gran potencia anaeróbica, extraordinaria capacidad para soportar la presión y de mantener la concentración mucho tiempo. Lamela tiene una nota excelente en todos los puntos menos en uno. Con sus 77 kilos y 1,77 metros de altura es una excepción dentro del mundo de los saltadores. Es bajito para los parámetros que se manejan actualmente. Y a veces se pasa de peso, pero eso es culpa de que, como dice su madre, "le gusta mucho comer entre horas". "Le gustan las galletas", dice Azpeitia. "Pero tampoco es muy grave".Pero ese déficit lo suple con la gran perfección que alcanza en todos los gestos técnicos necesarios para transformar la velocidad horizontal en fuerza vertical en una batida perfecta. Es un atleta de escuela.

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Y sin embargo, no es un obseso de las repeticiones entrenándose. Dado que el salto es una actividad muy agresiva para los músculos, Lamela apenas repite saltos completos. No se machaca en absoluto.

El saltador asturiano no es un rayo pero es veloz. Los más grandes saltadores, Lewis, Powell, Pedroso, se mueven en unas velocidades cercanas a los 11 metros por segundo en el momento en que su pie de batida choca contra la tabla después de haber acelerado en el pasillo. Es ir a más de 40 kilómetros por hora. La velocidad era la gran ventaja de Carl Lewis, un atleta longilíneo que fue el único de los grandes saltadores que bajó de los 10 segundos en los 100 metros. lamela tiene una marca de 6,82 segundos en los 60 metros (el récord del mundo está en 6,39s).

Lamela cuenta más con la fuerza de explosión en el momento de despegar. Es como una bomba. Dicen que entrenando en fuerza levanta 220 metros en squat (cuclillas). Una bomba con espoleta controlada, que no desperdicia ni un átomo de esa fuerza. Sabe cómo explotar al máximo esa velocidad sin quedarse clavado. Eso es su fuerza elástica que le permite una manifestación explosiva tremenda.

Y quizás, ni aun así sería un atleta destacado si no fuera por la verdadera fuerza que le distingue de los demás: la fuerza psicológica. Hace falta querer ser el mejor para someterse desde los 14 años a una vida de atleta, probar el fracaso en una aventura americana destinada, en un principio, a hacerle mejorar lo inmejorable, y volver a intentarlo con su gente de Asturias, con Juanjo Azpeitia, el profesor de gimnasia del colegio de jesuitas de Oviedo.

Lamela, dicen, es un competidor único. Hasta cuando entrenando se juega una coca-cola. No le gusta perder ni eso. Así, dicen, son todos los atletas que quieren ser algo, todos los deportistas que quieren destacar. Pero lamela tiene algo más: sabe aislarse como nadie en medio de una competición. No se llenan las piernas de plomo en los momentos decisivos. Antes al contrario, da lo máximo de sí mismo cuando a otros el corazón no deja de latirles sin parar. "Eso es porque es muy tímido", dicen los suyos. Será por eso, pero antes de un salto, cuando hay quienes se distraen hasta con el vuelo de una mosca, Yago Lamela ni se entera de que el mundo existe fuera del pasillo, la tabla y el foso de arena donde caerá pocos segundos después.

En el grupo que rodea a Yago Lamela cunde ahora una curiosa sensación mezcla de orgullo, alegría y miedo. Tenemos un diamante entre las manos, dicen. ¿No seremos tan patosos como para destrozarlo? Hay inquietud porque el chaval al que hasta ahora sólo conocían unos pocos en Avilés y en Oviedo le va a seguir todo el mundo con detenimiento; va a tener que atender a los medios de comunicación; se ha convertido en una estrella que será invitado a todos los meetings de prestigio, allá donde se labra la fortuna económica. Será un salto más grande que los 2,65 metros que ha progresado desde que la federación empezó a registrar sus marcas en 1991, cuando tenía 14 años. Más que los 8,56 metros del 7 de marzo, a los 21 años. "Pero estoy seguro de que sabrá asimilarlo todo. No se olvidará de los entrenamientos ni de lo que le ha hecho ser como es". Azpeitia no duda.

Hasta ahora, Lamela contaba sólo con una beca de un millón y medio de pesetas al año, pero esto cambiará, ya entrará en el plan ADO con vistas a Sidney 2000. "Hasta su entrenador, que no recibe por el momento ni un duro de la federación ni del consejo, cobrará algo", dice resignado Azpeitia.

Sólo un atleta es superior a Lamela en la élite mundial. Es el cubano Iván Pedroso. Tiene 26 años. Azpeitia está seguro de que su Yago marcará una época en el atletismo mundial. El momento en que llegue depende de cuando se cruce la línea descendente del viejo Pedroso con la ascendente del joven asturiano. Quizás el Mundial de Sevilla, este agosto, llegue demasiado pronto. Y quizás los Juegos de Sidney lleguen en el momento exacto.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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