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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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"Lo Parnasso" se va al circo ISABEL OLESTI

El silencio sería casi perfecto si no fuera por el generador que ruge a mis espaldas y que parece augurar un ataque inminente de los leones. Estamos sentados en la carpa del circo Raluy, una pequeña gran maravilla, y Francesc Garriga -hombre que ha sabido conjugar la cultura con la diversión en sus crónicas televisivas del Avisa"ns quan arribi el 2000 del Canal 33- se dispone a hablar en medio de la pista. Garriga no va vestido con levita y sombrero, como correspondería a un presentador de circo, porque no va a presentar a domadores de elefantes ni a encantadores de serpientes, sino a un grupo de poetas capitaneados por Albert Roig, flamante ganador del último premio Miquel de Palol de poesía con su libro La vestidora y el dol. Las primeras palabras de Garriga -dichas con toda intención- hacen desternillar de risa al público: "No he podido dormir en toda la noche intentando descifrar los poemas de Albert". Digo que nos desternillábamos porque la mayoría de los que asistíamos al Raluy ya los habíamos leído y sabemos qué pan se cuece en los versos de Roig. No es que no se entiendan, pero no se trata de una relamida poesía de la experiencia ni una crónica social en verso, sino de pura filigrana lingüística. Garriga pide la máxima atención al recital que oiremos, aunque el público no está para otra cosa. Empieza el espectáculo, que quiere ser también un homenaje a dos poetas fallecidos recientemente: Joan Brossa y Andreu Vidal. Las actrices Sílvia Bel y Montse Vellvehí, junto con otro poeta, el flamante ganador del Ciutat de Palma, Josep Ramon Roig, y el propio Albert Roig van desgranando La vestidora i el dol. Su autor, quizá alertado por las primeras palabras de Garriga, insiste: "Ja sabeu que és difícil el que dic, però diuen que sona bé". Casasses, Lloveras, Todó, Perejaume..., que le conocen bien y no se pierden ni una de sus actuaciones, sonreían, cómplices de sus palabras. Pero parece que las cosas no cuadren, porque si, como dicen, sus poemas no se entienden, ¿qué tendrá Albert Roig que es capaz de llenar la carpa de un circo una noche helada de febrero, con todos muertos de hambre y algunos de frío? Roig tiene ya una tradición en las presentaciones de sus libros. Nunca son vulgares ni aburridas y tienen la gracia de no concentrar a un grupo homogéneo de personas: se encuentran desde bailarines hasta fotógrafos, pasando por músicos, enfermeras, actores, pasteleros, vagabundos, pintores... todos capitaneados por lo Parnasso tortosí, que en su día ya presentamos en esta misma página y que ellos definieron entonces como los herederos de los patricios tortosinos de principios de siglo que se revelan contra la normativa de Fabra. Aunque, en este caso, Albert Roig es mucho más que esta definición. Cuando más enfrascados estábamos en los poemas de Brossa recitados por Enric Casasses, apareció un magnífico caballo blanco con su domadora, le siguió Louisa Raluy con un espectáculo de burbujas para acabar con Josep Ramon Roig y su ya clásico poema fonético Xica tu, que provocó nutridos aplausos de sus admiradores. Albert Roig quería un recital en el que la poesía quedara representada en su máxima extensión. Y lo consiguió. La fiesta no podía acabar aquí, así que muchos hicimos parada en el carromato-bar de los Raluy, una deliciosa filigrana de madera con las paredes llenas de fotos de la vida del circo. Luego, un tropel de 25 personas nos dirigimos al Margarita Blue, ya todo un clásico de las noches de Ciutat Vella. Seguro que Joan Brossa y Andreu Vidal, desde dondequiera que estén, nos guiñaban el ojo divertidos y encantados por lo que vieron en el Raluy y la juerga posterior, que parecía no tener final.

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