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El Tau reparte beneficios en Vitoria

El equipo de Vitoria logra su segunda Copa del Rey al derrotar al Caja San Fernando en la final

Luis Gómez

Paso a paso, título a título, ése parece ser el ideario del equipo de Vitoria, de nuevo finalista, de nuevo campeón de Copa. Su ideario y su identidad. Fue el primer club-empresa, el primero que buscó estabilidad y beneficio. Lo ha hecho según marcan los tiempos modernos, buscando en el mercado, comprando y vendiendo. Se le llamó el equipo de la ONU, se le denominó el equipo multinacional. Pero siguió su camino: darle alegrías a su clientela, la gente de Vitoria. Y esa gente está contenta y disfruta. A cada título, fiesta en las calles. Y ya van tres. El Tau jugó ayer su enésima final en los últimos años y la disputó con la entereza que demanda esa cita. Pasó los apuros pertinentes, estuvo buena parte del partido con desventaja en el marcador, pero supo no impacientarse y esperar su momento. Fue el ejemplo contrario de su rival, el Caja San Fernando, a quien se le apagó la luz mediada la segunda parte. Su descalabro fue monumental y posiblemente tenga una explicación: el miedo a ganar. Llevaba 12 tantos de ventaja (43-31) y parecía trabajar satisfactoriamente, su defensa actuaba con precisión, los jugadores funcionaban con intensidad, y las ocasiones se les presentaron como para romper el partido. Pero, de pronto, se hizo la noche y se le cayó todo el mobiliario. En diez minutos, el Tau consiguió un parcial de 24-4 que sentenció la fiesta. El título para Vitoria.

CAJA S

FERNANDO 61TAU VITORIA 70 Caja San Fernando: Turner (19), Anderson (0), Smith (9), Scott (18), Romero (10), Bosch (0), Kornegay (3), Odriozola (2). Tau Vitoria: Bennett ( 13), Espil ( 6), Beric (19), Bonner (12), Rusconi (15), Angulo (2), Winters (3), Millera (0). Árbitros: Betancor, Ramos y Martín Bertrán. Unos 7.000 espectadores en el pabellón Font de Sant Lluís. Lleno total. Partido final de la Copa del rey. El Tau consigue su segundo título en ocho participaciones en el torneo.

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Campeón con nombres propios

A la hora de juzgar los méritos de cada uno de los finalistas podía apreciarse el equilibrio. Cada cual presentaba la cabeza de un grande, cada quien demostraba un más que correcto sistema defensivo, ambos se manejaban con propiedad en medio del drama de las jugadas de último minuto, los dos cuentan con un base protagonista. Al acto final habían llegado con determinación, sin falsos gestos de humildad, derrotando a sus rivales con marcadores bajos y diferencias muy ajustadas. No tienen la envergadura de efectivos de los grandes clubes, pero tampoco se trata de equipos de clase media, de esos que van por la vida con lo justo para llegar a final de mes. Viven sin excesos, pero confortablemente, lo cual les permite despertar ciertas aspiraciones si el trabajo va dando sus frutos.

Aceptada la igualdad de potencial y la similitud de estilos quedaba por comprobar qué serían capaces de hacer , qué tipo de espectáculo ofrecerían, quién se impondría a quién en el duelo entre Turner y Bennett y de qué lado aparecería ese jugador sorpresa que suele aparecer por toda final, ese apellido fuera de guión que goza de un día inspirado y se transforma en el jugador que no suele ser habitualmente. Tampoco conviene engañarse: el marcador sería necesariamente pobre, como parece inevitable en cuantas finales se disputan últimamente por Europa.

La realidad es que ambos saltaron a la cancha sin complejos y de ello resultó un arranque más rápido de lo esperado, quizás propiciado por la excitación de ambos bases. Los dos equipos se presentaban con un solo nacional en cancha (el pivot Romero), pero ese detalle terminó siendo marginal, aunque Romero ( lo que se dice un desecho de la cantera madridista) se ha convertido en un pivot estimable con presencia en el equipo nacional y que ayer tuvo una actuación reboteadora notable durante la primera parte del partido. La velocidad, sin embargo, terminó siendo un espejismo y las defensas terminaron imponiendo su ley. Íbamos inevitablemente a partido poco productivo y poco espectacular. Quedaba por ver si, al menos, contábamos con emoción.

Y la emoción se diluyó a partir del apagón del equipo sevillano. En ese momento crítico, ningún jugador, ni siquiera Turner, tuvo capacidad para retomar la situación. Fue un apagón imprevisto, que afectó a todos los componentes de la plantilla y que tuvo algún momento dramático cuando Turner se sentó en el banquillo aparentemente lesionado. Apenas estuvo un minuto fuera de la cancha, pero su equipo se batió en retirada. No se puede afirmar que, en ese desastre, mediara ningún componente táctico: el Tau no hizo nada diferente a lo que ya estaba haciendo. Simplemente se mantuvo firme, incluso en los malos momentos.

La explicación hay que buscarla en el lado emocional. El Tau olfateó la situación y actuó de forma despiadada, sin paliativos. Se les apreció en el rostro: vieron un gesto de debilidad y actuaron al unísono, desde Bennett hasta Rusconi, que firmó una segunda parte demoledora. Desaparecido el Caja San Fernando, la final se acabó antes de tiempo. No hubo emoción ni gran espectáculo, pero no importa. El Tau suma un nuevo título que añadir a su ya interesante. Ese es su objeto social: ganar. La victoria lleva al beneficio, porque el beneficio se demuestra comprobando lo satisfecha que está su clientela: si se hubieran dado un paseo por Vitoria la noche del lunes lo habrían visto.

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